Hoy es un día triste. Ha muerto Gustavo
Bueno.
Un hombre único que aunaba sabiduría
interminable, pensamiento triturador de mitos e ideas y maneras de labriego encabronado.
Un hombre bueno; dos veces bueno. Nada le
era ajeno. Podía ser brutal, pero se hacía querer porque era auténtico. Extraordinario.
Este hombre sí que fue puro en lo puro.
Hoy es un día muy triste, pero su muerte,
y la tristeza, forman parte de la realidad y de la verdad. Y a propósito de esto, aunque las primeras quedan un poco en el
aire, extracto unas líneas de su libro sobre la felicidad, El mito de la felicidad:
“Y sin embargo, esta ontología de la
felicidad -esta metafísica, este mito de la felicidad- no implica el principio
de felicidad, en cuanto principio universal, tal como lo formuló Séneca (“Todos
los hombres, hermano Galión, quieren ser felices”). Aristóteles, el creador de
la metafísica de la felicidad, según suponemos, aunque en ocasiones procede
como si estuviera utilizando, prefigurándolo, el principio de Séneca, en
realidad, según la interpretación que de su sistema hemos ofrecido antes, está
impugnándolo. Y no sólo porque de los viles esclavos no puede afirmarse
propiamente, según él, que deseen la felicidad (a lo sumo, desearán el placer)
sino porque acaso no pueda decirse tal cosa de hombre alguno. ¿Cómo un hombre
en sus cabales podría ser tan irresponsable como para pretender identificarse,
aun lejanamente, con el Acto Puro? ¿Cómo podría ser tan necio como para
considerarse carente o privado de una felicidad que excede a su naturaleza y a
la que, por tanto, no puede racionalmente aspirar? (…) La “filosofía de la
felicidad” es una cáscara vacía cuando la felicidad se ha separado de los
contenidos metafísicos que le dieron origen. (…) No se trata tanto de discutir
si la felicidad humana es o no es posible, si existe o no existe, si su
contenido es éste o el otro, sino discutir si “existe” la Idea misma de
felicidad.”
Tomás García, profesor y secretario de la
Fundación Gustavo Bueno, una de las personas más cercanas al filósofo en los
últimos años ha escrito, y creo que no exagera demasiado:
“Bueno representa para nuestro siglo lo
que Platón en el s. IV a. C., Tomás de Aquino en el XIII o Hegel en el XIX.
Sólo la mala fe hizo que algunos tuvieran una miopía total y no supieran ver
esa enorme grandeza.”
Diversas veces he convocado en este blog a don Gustavo. Lo seguiré haciendo siempre.