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viernes, 29 de enero de 2016

"Anábasis de Alejandro Magno" (II)



Después de buscar conciliaciones en Grecia, especialmente en Atenas, no sin ciertas exigencias, Alejandro regresa a Macedonia e instaura un concurso de juegos semejante al de Olimpia; en ese momento, una estatua de Orfeo en Pieria empezó a sudar sin pausa. El adivino Telmiso dijo a Alejandro que eso era signo de las dificultades que iban a tener los poetas para celebrar todas las hazañas futuras del conquistador. Cuando pisa Eleunte, a orillas del Helesponto, cerca de la antigua Troya, simboliza con un rito que él es el nuevo héroe -real- de la lucha de Grecia contra los bárbaros de Oriente:


“(…) se dirigió al Helesponto (…) al frente de treinta mil hombres, entre infantes, tropas ligeras y arqueros, así como algo más de cinco mil jinetes (…). Atravesó el Estrimón rebasando el monte Pangeo, para dirigirse a Abdera y Maronea, dos ciudades griegas asentadas junto al mar. Desde aquí se encaminó al río Hebro [donde, cuenta el mito, fue arrojada la lira y la cabeza de Orfeo], que cruzó con toda facilidad, y desde allí al río Negro a través de Petice. (…) Una vez en Eleunte, ofreció un sacrificio sobre la tumba de Protesílao en honor de este héroe, el primero, según se creía, que había desembarcado en Asia de cuantos griegos acompañaron a Agamenón en su expedición contra Troya.”

jueves, 28 de enero de 2016

"Tempestades de acero" (II)



Gestos de pudor ante la propia muerte. Ademanes que atraviesan el tiempo. César, un soldado anónimo…:


“ (…) Dentro de un embudo se retorcía un hombre joven; en su rostro había ese color amarillento que precede a la muerte. Nuestras miradas no parecieron agradarle; con un movimiento de indiferencia se cubrió la cabeza con el capote y dejó de moverse.”

martes, 26 de enero de 2016

Poemas al box (VII)




Golpeaba como si fuera un llanto,
y cada golpe me llenaba
con más incomprensión casi por todo.

Vaciaba el agua negra
de en el pecho un naufragio. 

Pero había unos ojos
de un insondable amor ahí arriba
a los que nunca, nunca, podía llegar.

Eran la llama
que iba a salvar a mi ceniza.

Alzando el vuelo, deslumbré.
Pero nunca, nunca, llegué.

Mas líbranos del mal...

domingo, 24 de enero de 2016

“Anábasis de Alejandro Magno” (I)



La Anábasis de Alejandro Magno (o aventura o expedición hacia el interior de A. M.) es la obra más célebre de Flavio Arriano, discípulo del estoico manumitido Epícteto.
Arriano estuvo activo durante la primera mitad del s. II d. C. Esta obra, influencia de las conquistas del emperador Trajano en Partia, es la más completa y fiable fuente histórica antigua sobre el genio macedonio.

Tras la entrada en Tebas, justo antes de penetrar en Asia, el célebre asunto de Píndaro. Caprichos del conquistador. Dureza y sensibilidad:

“(…) pareció bien a los aliados [de Alejandro] arrasar hasta los cimientos de la ciudad (…) excepción hecha de sus lugares sagrados, así como convertir en esclavos a las mujeres, a los niños y a todo tebano superviviente, respetando sólo a los sacerdotes y sacerdotisas, así como a los que se habían mantenido fieles a Filipo y Alejandro o habían ostentado la proxenía de algún macedonio. Según dicen, Alejandro por respeto al poeta, salvó de la destrucción la casa de Píndaro, así como a sus descendientes.”


(Trad. de Antonio Guzmán Guerra.)