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viernes, 30 de enero de 2015

Kubrick, la canción popular, el genio soviético y la Kidman.

Una de las virtudes de Stanley Kubrick fue asociar imágenes poderosas a una música clásica de primerísima calidad (o viceversa) y de paso convertir esa música en un superpopular hit. Así, un duelo a pistola en un granero con una zarabanda de Haendel; las peripecias de unos brutales gamberros con una obertura de Rossini o con la novena de Beethoven; el movimiento de unas naves espaciales con el vals vienés más célebre del mundo; la salida del sol tras un monolito con la introducción del poema sinfónico asociado a Nietzsche, etc. Todo eso es soberbio. Sin embargo, en su última película, Eyes wide shut (en su mejor traducción: Ojos cerrados como platos) el cineasta fue a rebuscar un híbrido moderno entre clásico, jazzístico y baile de salón. Encontró a Schostakovich y una de sus músicas más irónicas y aparentemente ligeras (Schostakovich nunca era ligero): el vals-2 de su Suite de jazz para orquesta variada. ¿Y de dónde sacó el músico soviético la melodía? Pues, como es más que evidente, de la canción popular española “Yo te daré, te daré niña hermosa…”, cantada y tocada desde el siglo XIX por bandas, charangas, tunos y otra gente de mal vivir y llevada a la URSS por niños y jóvenes exiliados. El compositor recoge, copia y convierte en oro ese deje decadente, pueblerino y un tanto morboso de la canción.
Ahhh, ¿y con qué imágenes asocia Kubrick este vals?... Pues con el fugaz instante -primera imagen de la película- en que una Nicole Kidman en su mejor momento deja caer desmayadamente el vestido para descubrirnos su desnudez trasera sin quitarse los zapatos de tacón. El culo de la Kidman como una Venus calipigia. Una visión ideal.

Desde el largometraje, ese culo, el jazz-vals de Shostakovich y la canción “Yo te daré…” han quedado indisolublemente fundidos en la memoria de miles y miles de cinéfilos y melómanos.


martes, 27 de enero de 2015

El mito del maldito

La celebérrima Rumble Fish (La ley de la calle).
Un padre destruido por el desamor y el alcohol, un hijo pequeño tan noble como ingenuo, y el hermano mayor como héroe trágico y centro del drama. La lucidez del padre, la locuacidad ignara del hijo pequeño y el silencio introspectivo del mayor.
Esta escena íntima familiar (excelente escena de rostros) nos dice que es mejor ser mediocre y no tener ningún talento en una situación de marginalidad porque un talento no encauzado sólo puede llevar a la incomprensión, a una cruel infelicidad y a la autodestrucción. (Toda la película gira en torno a eso.)

La escena es magnífica. ¡Pero!... Pero, ay, esa sensación de romántica impostura y poca autenticidad que transmite al cabo. Nos capta y luego nos aparta. Es algo que ocurre en muchas escenas y aun películas enteras del virtuoso F. F. Coppola… No encontrar el fiel entre la realidad y el sueño; entre la certeza y lo irreal. Quizá lo quería así y así hizo su cine. Pero qué lástima que este hombre no se haya dedicado más al cine puramente fantástico.





sábado, 24 de enero de 2015

Animalario nacionalista (IX). Pla y Pujol.



Mientras vulgares (pero poderosos) políticos de partido y comentaristas (muy respetados) de tres al cuarto de casi toda España intentaban ponderar las virtudes políticas del gran timonel de la tribu nacionalista catalana Jordi Pujol, Josep Pla avisaba clarividente en un apunte publicado en el libro Notes del capvesprol sobre su auténtica naturaleza (traduzco):

“(…) En un momento determinado, Josep Vergés, con todo su derecho, vendió Destino a un milhombres de gran ambición política llamado Jordi Pujol, de la Banca Catalana. Este hombre, riquísimo, que primero propugnó en este país la implantación del socialismo sueco -en este país los suecos son escasos- y después ha demostrado tener una ambición desmesurada y pública propia del típico político ignorante, prohibió la publicación de un artículo mío sobre Portugal, que ha hecho la revolución más bestia e ignara de Europa en este siglo. Ante este hecho, tengo el gusto de comunicarles que abandoné la revista con la máxima satisfacción –la satisfacción que proviene, en este caso, de la exactitud de mis artículos sobre este pobre y hoy arruinado país de Portugal, ruina producida por los admiradores que Jordi Pujol tenía allí (…)”

Vuelvo a recordar que Josep Pla, el más importante prosista en catalán y el más grande conocedor de la Cataluña contemporánea, está desterrado de los planes de estudio en Cataluña.

¿Que no ha habido y hay censura en Cataluña?... Vinga, no foteu!

miércoles, 21 de enero de 2015

Gómezdaviliana (XVIII)


Sobre el fin de las civilizaciones (y de toda civilidad):


“Las decadencias no derivan de un exceso de civilización, sino del intento de aprovechar la civilización para eludir las prohibiciones en las cuales consiste.”

sábado, 17 de enero de 2015

Bergoglio y Larry Flynt



‘No toquéis la fe que luego pasa lo que pasa’. Ésta es la síntesis de lo que ha declarado el dicharachero Papa de las pampas. Ha hablado de ofensas, y ha dicho literalmente que “no se puede” ofender la religión, sea cual sea.
Ofender viene del latín offendere, cuyo principal significado, como es conocido, es ‘chocar’. ¿Y no es eso precisamente lo que una religión debería soportar con ejemplar estoicismo, el choque, el ataque, la afrenta… que en el caso al que se refiere el papa es principalmente ¡de viñeta!? ¿No es excesivo? Ya sabemos que la sátira es un arma incruenta extraordinariamente eficaz, y si es en imágenes más. ¿Pero, cómo unas instituciones seculares e indestructibles como las religiones, que tuvieron un origen convulso, violento, trágico, que lo soportaron todo y que asimismo hicieron de todo (y alguna sigue aún haciendo) pueden caer en la miseria de emplear esa conjunción adversativa (‘pero’) que se hace letal cuando se está condenando un asesinato colectivo de personas inocentes? La condena del crimen con ‘peros’ hace removerse en sus tumbas a los asesinados de Charlie Hebdo porque los señala con el dedo dejando caer sobre ellos una difusa sospecha de culpabilidad.
¿Quién decide lo que es una ofensa… Y cómo la calibra? ¿Cómo un dios increado, infinito y omnisapiente puede ofenderse por un chiste grosero? ¿Cómo un hombre creado, finito e ignorante se convierte en defensor y vengador de ese dios? Lo que necesita una religión fuerte, especialmente una como la cristiano católica -que salvó la razón en la cultura occidental-, es vivir en la libertad de expresión más absoluta con ‘ofensas’ de todo tipo, ofensas para demostrar que es ejemplar, resistente, tolerante e inteligente, y de paso hacer evidente que se diferencia de una religión intrusiva como el Islam, la cual nada nuevo ha aportado a la humanidad desde hace casi cinco siglos.
Si de algo pecan, acaso, los Charlie Hebdo que en el mundo son es de… poco gusto. Sólo mal gusto, ni más ni menos. De una grosería ebria y chocarrera generalmente poco relacionada con el humor fino. Pero, benditos de Dios, el mal gusto está por todas partes, y se puede intentar evitar -¡y reírse de él!- aunque de ninguna manera penalizar porque, si no, el mundo sería un infierno invivible. ¿Qué fes de pacotilla son esas que se sienten amenazadas por el mal gusto?... ¿No han difundido ellas también algunas dosis de mal gusto?... ¿Cuál es la fe de este papa?...

Ya lo dijo sabiamente ante el tribunal supremo estadounidense aquel que a tanta gente se suponía que había ofendido en todo el mundo, el magnate del porno Larry Flynt: “Si quizás de algo soy culpable es de tener mal gusto”. Nada más.

(PD No estoy del todo de acuerdo, Larry; sacaste al mercado unas revistas porno de excelentísima calidad. Dios te bendiga.)