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martes, 30 de diciembre de 2014

"El carnaval de las águilas"

El carnaval de las águilas (The great Waldo Pepper) es una casi olvidada película de G. Roy Hill (1975), el admirado director de El golpe y Dos hombres y un destino (¡qué títulazo!), sobre unos desclasados pioneros de la aviación.

A pesar del fracaso de crítica y público en su estreno creo que se trata de una de las películas más meritorias sobre el mundo de la aviación de toda la historia del cine, porque más allá de su impecable espectacularidad y virtuosismo técnico, guionista (William Goldman) y director supieron fundir en un todo la enloquecida idiosincrasia aventurera de unos pilotos incomprendidos con el drama existencial cotidiano y los sempiternos anhelos humanos. Este último y pedante segmento semántico que he escrito viene muy a cuento por el final del largometraje: “anhelo” se conjuga muy bien con cielo y absoluto: vean el final… Un duelo de ficción dentro de la ficción que se transforma en otra cosa desesperadamente romántica. Otra cosa que pretende arrebatarnos y robarnos el corazón; que no debería tener nada que ver con la aviación necesariamente, pero que utiliza la aviación para expresarse: 

  

domingo, 28 de diciembre de 2014

Los que confunden


La mayoría de literatos que pasan por intelectuales siguen ejerciendo, en el fondo, de estetas, y con gran éxito, entre una gran cantidad de público. No tiene nada que ver un esteta con un intelectual (es ridícula la palabra "intelectual", pero me refiero a esos tipos que cuando hablan o escriben son capaces, en un momento, de plantarte ante las narices un paisaje despejado, sólido, quizás complejo, pero entendible por medio de la razón frente a lo que era un momento antes la selva oscura de una determinada realidad; o que con pocas palabras empiezan a complicarte la vida y te obligan a pensar sobre lo que creías obvio); pero el esteta actual es el que consigue una mayor cantidad de población atenta por su capacidad de decir lo que agrada (o desagrada, da igual) con explicaciones llamativas, provocativas, ocurrentes, contradictorias, en consonancia con la corriente o novedad del momento, etc… aunque sin ninguna consistencia. Como nadie, o casi nadie, va a contrastar las ocurrencias de domingo del literato (o como quiera que se bautice) con la realidad o con su ocurrencia anterior, todo va para adelante.
Esto de la confusión del cuentista o literato con el intelectual o estudioso estricto ocurre ahora mucho (es sorprendente que casi todo el mundo confunda escritor de ficción con intelectual; ¿será porque todos los suplementos llamados "culturales" dedican el 90 % de su contenido 'hipercultural' a la ficción?; ¿será que esos escritores guais de ficción suelen salir en fotos enormes con cara interesante, mano acariciando el mentón y un lienzo de librería de fondo cual modelos del intelecto?). Pero no es cosa nueva, siempre ha ocurrido. Thomas Mann, precisamente un cuentista de primera categoría, un ficcionista supremo que sin embargo siempre se ocupó de tener una formación y pensamiento coherente, un hombre que fue un esteta fino, fino, filipino, pero supo separar esteticismo de realidad política y conocimiento, es honesto y nos lo recuerda, por ejemplo, a propósito de personajes de La novia de Messina de Schiller:

«(…) con las palabras más lisonjeras, ensalza la paz, la compara con un amable mozalbete que, a la vera de un tranquilo arroyo y con los corderitos triscando a su alrededor, extrae dulces sonidos de su flauta, pero ya en el siguiente aliento aprovecha la ocasión –o abusa de ella– para hablar, con la misma devoción poética, de la guerra… En este pasaje, repitámoslo, Schiller es un esteta (…) Hubiese podido glorificar la guerra y calificar de cobardes y llorones a los pacifistas (…) hubiese podido cantar a la paz eterna, y estigmatizar la guerra como una recaída en situaciones infrahumanas; (…) pero sumirse en la naturaleza esencial de la guerra y de la paz con la misma y diletantesca comprensión, amor y libre intuición, eso precisamente era el esteticismo, era la volubilidad –he de decirlo con todas las letras– del parásito.»

Parásito, nada menos, llama al esteta. ¡Y estamos hablando de Schiller! Y se dirá… Pero hombre, ‘todo buen escritor, aunque invente historias, guarda, como el mismo Thomas Mann, una coherencia gnoseológica sobre su obra, la realidad y la vida’…

Mmmmm… Haberlos haylos; pero sobre la mayoría de ellos, ¿de verdad estamos seguros de eso?

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Puer natus est nobis

Hoy es Nochebuena y un niño va a nacer.
Aquí la primera sección o introito del propio de una las misas para la Navidad, Puer natus est nobis (“Un niño ha nacido entre nosotros”). Salmodia antifonal a la manera neumática (dos y tres notas cantadas sobre sílabas aisladas), pero también con melismas (más de cuatro notas por sílaba) que provocan el efecto de una fluyente elevación. Es una obra que se cantaba habitualmente en modo VII o tetrardus auténtico.  Esta introito servía de acompañamiento a los religiosos encargados de celebrar la misa en su camino hacia el altar.
El texto:

Un niño ha nacido entre nosotros
y un hijo se nos ha dado
que lleva el reino sobre sus hombros
y su nombre será Ángel del gran consejo.

Cantad al Señor un canto nuevo
porque ha hecho maravillas.”



sábado, 20 de diciembre de 2014

Navidad



Un auténtico poema de los dones:

“Si eres bueno, sabrás todas las cosas,
sin libros; y no habrá para tu espíritu
nada ilógico, nada injusto, nada
negro, en la vastedad del Universo.

El problema insoluble de los fines
y las causas primeras,
que ha fatigado a la Filosofía,
será para ti diáfano y sencillo.

El mundo adquirirá para tu mente
una divina transparencia, un claro
sentido, y todo tú serás envuelto
en una inmensa paz.”

(Amado Nervo)


martes, 16 de diciembre de 2014

Par délicatesse...


De entre toda la poesía juguetona, danzante y visionaria de Rimbaud, drama de una caída de la conciencia en sucesivas pesadillas, sigo yendo a uno de los poemas de la serie de las Fiestas de la paciencia porque me parece que es de esos en los que se aparta con más elegante serenidad de su habitual visión morbosa e hipersensible del mundo. Se trata de Chanson de la plus haute tour. Aquí la pirueta virtuosística y la protesta se transforman en aceptación y despedida… narcisistas, sí, pero grandes también por eso. Una adolescencia hipertrofiada y genialoide. Casi todos estos versos se pueden leer como un sincero y digno epitafio de sí mismo por puro cansancio y consumación de la juventud. Un orgulloso y altivo niño derrotado…  sin embargo sincero, como lo es cualquiera cuando está a punto de despedirse lúcidamente de algo que ha sido, hasta entonces, tan importante como mal vivido. Y ese Rimbaud me cae bien. Más que al Rimbaud de las revelaciones súbitas encontramos a un inesperado hombre (de… ¿dieciocho años, más o menos?) que comprende y deja el gesto cifrado de un adiós memorable. Aquí algunos de los versos de la Chanson de la plus haute tour:

“Oisive jeunesse                          [“Juventud ociosa
à tuot asservie,                              entregada a todo,
par délicatesse                              por delicadeza
j’ai perdu ma vie.                          mi vida perdí.
Ah! Que le temps vienne            ¡!Que llegue ya el tiempo
Où les coeurs s’éprennent.         de almas sometidas.
(…)                                                     (…)
Je me suis dit: laisse,                   Y me dije, basta,
et qu’on ne te voie:                      que ya no te vean:
Et sans la promesse                     Ya sin la promesa
de plus hautes joies.                  de altas alegrías.
Que rien ne t’arrête                    Que nada te pare
Auguste retraite.                         augusto retiro.
(…)                                                  (…)
J’ai tant fait patience                  He esperado tanto
Qu’à jamais j’oublie                    que por siempre olvido
(…)                                                  (…)
Et la soif malsaine                      Y la sed malsana
Obscurcit mes veines.               Sombrea mis venas.
(…)”                                                 (…)”]


Esos sencillos “Par délicatesse/ j’ai perdu ma vie”, ¡qué cantidad de sentido encierran!

sábado, 13 de diciembre de 2014

Idiotez... ¿femenina?


Según el especial de Navidad de la British Medical Journal, el equipo de medicina celular de la Universidad de Newcastle se ha llevado uno de los premios de las investigaciones más extravagantes por un estudio que “constata científicamente” la idiotez masculina.
En realidad se rata de una casuística gamberra en la que sólo participan hombres, únicos seres de toda la creación, según el estudio, en asumir riesgos especialmente idiotas.
Todo esto está muy bien y tiene su gracia. ¿Quién no se reiría o sonreiría, cuando menos, con la broma y la exposición de sus extraordinarios casos?... Un idiota real, seguramente.  Pero todo esto llegará a un nivel de normalidad adecuado y de risas demográficamente equilibradas si todo el mundo se sigue riendo cuando en vez de masculina la idiotez sea también… femenina.

(Caramba, ¿por qué diablos me siento un idiota al releer esto?...)