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viernes, 29 de mayo de 2015

Nietzsche y 'Los Ratas'

Nietzsche empezó diciendo que la vida sin música sería un error y acabó pensando que la vida con música de Wagner era el auténtico error. Esto es bien sabido. Asimismo, es célebre su entusiasmo tardío por la música de Bizet y su ópera Carmen (decía, además, que la música orquestal de Bizet era “prácticamente la única” que podía soportar).
Pero hubo un entusiasmo postrero. Un deslumbramiento final extraordinario: la zarzuela, descubierta por él en su final turinés. Concretamente La Gran Vía. El filósofo se vio desbordado de vitalidad por los tipos populares que concurren en la obra de Chueca y Felipe Pérez González (libretista). Y sobre todo, sobre todo, se vio sorprendido por este célebre número:


 Tras ver y oír esto Nietzsche escribió a su amigo Köselitz (Peter Gast): “(…) hay que ser bribón y pícaro maldito por instinto, y encima solemne. Un terceto de tres canallas, solemnes, viejos, gigantescos, es lo más fuerte que he visto y oído, también como música (…)”

Al borde de la locura, sus deseos estéticos de ligereza y veracidad se vieron cumplidos. Desde luego, Wagner quedaba muy lejos.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Animalario nacionalista (X). La perversión monjil.


Lo grotesco de que unas monjas macilentas con ínfulas de marimandonas y el síndrome Warhol participen como líderes en la farsa totalitaria del llamado procés (independentista catalán) y aprueben el expolio de lo público y la extensión de la mentira.
Escrito está de antiguo que la Maldad, inteligente por ser hija del diablo, iba a anidar y a crecer dentro de la Iglesia. Lo que no estaba tan claro es que la Estupidez, hermana bastarda de la anterior, le pisara los talones.
La perversión de la imagen altísima de la monja que, anónima y discreta, coge y acoge al purulento, al paria, al invisible. Para eso están en el mundo. Para hacer lo que nadie quiere.

La perversión de la imagen de Cataluña convertida en una charada triste y ramplona por obra y gracia de sus gobernantes y adláteres… entre ellos las monjitas cachondas.

lunes, 25 de mayo de 2015

¿Por qué los toros y el boxeo?

¿Por qué -me preguntaba una amiga el otro día- me gustan y disfruto del boxeo y de los toros?
La respuesta inmediata a este tipo de preguntas es “porque sí”, y ya está. Si algo te gusta, te gusta sin más consideración, y ésa es la primera condición para que algo te guste de manera sincera. Como a un niño. Pero inmediatamente, ya que en estos dos casos tuve que confesar(me) que no era tan así, o sea, que en realidad no me ‘gustaban’ los toros y el boxeo pero sí me interesaban mucho, me vi obligado a explicarme. Y respondí, con respuesta corta, sorprendiéndome un poco a mí mismo que me interesaban tanto porque se trataba de dos experiencias, a la vez, básicamente reales y a-históricas.
Con eso quise decir que están cerca de una evidencia existencial -y elemental- que no cambia a lo largo del tiempo y que es imposible que ninguna moda pueda desplazar de su naturaleza básica. Podrán desaparecer, pero no cambiar.
En un mundo en el que, cada vez más, la verdad se exhibe como espectáculo, o sea, como ficción, como no verdad, como no vivencia… los toros y el boxeo pueden quedar como espectáculos únicos donde lo que se alcanza es la verdad o donde, al menos, hay un acercamiento a ella. Es una inversión interesante; y turbadora.
La misma esencia de esas actividades hace que estén condenadas a escapar del fracaso (aun siendo tan difícil conseguir la excelencia que se espera en su práctica y tan fácil la aparición de lo grotesco) como no lo hacen otro tipo de artes porque no se trata tan sólo de convenciones o de espectáculos codificados (y las artes y los espectáculos fracasan), sino, mucho más, de experiencias terribles para sus practicantes, lo hagan bien o lo hagan mal. No hay, de base, nada que reducir a interpretaciones porque más que con un espectáculo el boxeo y los toros se confunden con la vida.

Y es que, al cabo, todo se reduce a eso: entretenerse con la ficción o entretenerse con la verdad. Me gusta más la ficción (¡dónde va a parar!), pero me interesa más la verdad. Y, claro, en los toros y en el boxeo está la belleza… y la muerte acechando.

miércoles, 20 de mayo de 2015

El zafio y el estirado (Burt Lancaster II)

Recojo el guante de Bea en su respuesta al anterior post y dejo aquí otro episodio inolvidable de Burt Lancaster como simpático truhán -ostentosamente zafio, en este caso-. Se trata de la película Veracruz, de Robert Aldrich.

El momento culminante de la escena (una encopetada recepción ofrecida en la corte mexicana del emperador Maximiliano I) llega cuando el embrutecido aventurero bebe champán como un gorrino y justo entonces se le acerca el refinado capitán Danette (interpretado por Henry Brandon) y le suelta con repelente sorna: “Tenga cuidado señor, parte del vino le está entrando en la boca.” Delicioso.


martes, 19 de mayo de 2015

El caradura vertiginoso


En la película Los profesionales, dirigida por Richard Brooks (también su guionista a partir de una novela de Frank  O’Rourke), encontramos algunas de las frases más memorables salidas de la boca de Burt Lancaster. De momento, mi favorita es esta respuesta al reproche de un idealista:

(Reproche): “¡Tú sólo piensas en whisky, mujeres y dinero!”
(Burt Lancaster): “Muchacho… has escrito mi epitafio.”

Pocas veces una contestación tan lapidaria (nunca mejor dicho) puede estar tan cargada a la vez de humor, ligereza y lucidez.
Esos reflejos querría tener yo.