¿Por qué han existido y aún existen hoy los milagros como potencia narrativa, como deseo y como superstición? Porque tienen una fuerza no acorde con la realidad del mundo pero sí con el funcionamiento de la racionalidad humana.
Lo explica muy bien Jorge Santayana cuando habla del sentido de las supersticiones en su obra La vida de la razón o fases del progreso humano:
“Recurrir a lo que llamamos sobrenatural es apoyarse en realidad en lo imaginativamente obvio (…) Las fuerzas morales individuales son más fácilmente comprensibles que las leyes naturalistas universales (…) Un milagro está tan lejos de ser una contradicción al principio de causalidad aplicado efectivamente por la mente en sus observaciones espontáneas, que constituye originariamente una mejor ilustración de ese principio que un suceso que se desarrolle según el curso ordinario de la naturaleza. Pues el fundamento del milagro resulta inmediatamente comprensible; podemos ver la merced, o el deseo de vindicar la autoridad, o la intención de cualquier otro tipo que lo ha inspirado. Por el contrario, una ley mecánica es sólo una descripción del acostumbrado pero irracional orden de las cosas.”
