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sábado, 28 de marzo de 2015

Domingo de Ramos


Entonces Jesús fue a Jerusalén y:

“(…) Así que estuvo cerca, al ver la ciudad, lloró sobre ella diciendo: (…) Porque días vendrán sobre ti y te rodearán de trincheras tus enemigos, y te cercarán, y te estrecharán por todas partes.”
(Lc  19, 41-43)


Parece que la profecía sigue.

jueves, 26 de marzo de 2015

Una bagatela; casi nada.

Bagatelas, las llamó. Como naderías. Humilde genio. Esta séptima de la serie Op .33, por ejemplo, muestra lo que es capaz de hacer un creador cuando juega con una forma sonora menor. Pura diversión gamberra. Pero es Beethoven. Y sus juegos se transformaban en dramas emocionales. No sé si fue Kundera quien dijo que el genio de Bonn era un levantador de pesos metafísicos. No es desmesurado.
Aquí, en el supuesto jueguecito, nos vemos montados de pronto en una vorágine de fuerza motriz, con sus percutivos bajos de tercera en la mano izquierda y el dibujo sincopado apenas gracioso de la ‘melodía’ en un la bemol mayor, tonalidad generalmente considerada serena. Sí, sí, serena… Austero y combativo como él solo. ¿Estamos en el clasicismo? Ya lo creo; pero su habitual clara y simétrica monumentalidad se convierte en convulsión. Ese es Beethoven. La bella y la bestia a la vez. En la segunda frase nos deja sentados de gozo haciendo pedal con la tónica y dominante en los graves. ¡Qué efecto esas dos notas resonando, primero una luego otra, mientras fluctúa piano el ‘cantabile’ en un ¾ que suena a compas binario y se acerca más bien a una chocante marcha militar! ¡Buf! Y, finalmente, intercambiando acordes golpeados (cada vez más densos, que pasan a los agudos) y ‘melodía’, que se desplaza a los graves sin que tenga mucho sentido musical más allá del juego caprichoso. Un juego también virtuoso, pero no especialmente ligero, sino más bien fuerte, orgulloso, oscuro… casi cabreado… ¡voraz! Beethoven era voraz. Bueno, hay mucho más. Es Beethoven. Bagatelitas… casi nada:


miércoles, 25 de marzo de 2015

Rosset (I)


Pensemos en lo peor. Cuando las tragedias colectivas le tocan a uno un poco, poquito, más de cerca de lo normal no puede dejar de pensarse en la esencial idiotez de la existencia -de la realidad, de lo real- con su azar ciego y su incomprensible imprevisibilidad.
Los apaños clínicos psicológicos, lenitivos superficiales para conciencias necesitadas de drogas ansiolíticas y de condolencias, funcionan precisamente porque no van a la raíz de la cuestión, ni deben ir si quieren hacer eficazmente su trabajo.
Quiero decir que se necesita una distancia o un tiempo -que se podría considerar de curación del dolor inmediato y real- para poder entrar y asumir los presupuestos de cierta filosofía (llamémosla así con prudencia) existencial contemporánea. Por un lado estaría la amargura ornamentada, desasida e irónica de un Ciorán (del cual hablamos aquí en Cioran, el frívolo.) y por otro el seco sentido de realidad de un Clément Rosset, cuyo núcleo ‘filosófico’ se podría ultraresumir en la siguiente frase:

“Lo real, que es impensable e indeseable, únicamente a través de la alegría pude ser deseable y pensable.” 

Ecos de Lucrecio, Spinoza, Nietzsche… Esto, claro, es un escándalo. Y es un escándalo porque dice que “únicamente” es pensable lo real (indeseable) si hay alegría. La vida vivida, vivida de verdad, sería pues la afirmación de una tragedia ya sabida. ¿Y cuál es la condición de esa alegría? Ahí está la madre del cordero… Porque la condición es su incondicionalidad, por eso es necesariamente paradójica. Si no es paradójica es inequívocamente débil, y es falsa, algo así como una variación disimulada de la tristeza. Esa es su potencia. La irracionalidad. Y, naturalmente, no excluye el dolor más intenso, pero sí supera el daño psicológico.

Es otro caso no de ‘locura’, sino de extraña y cruel ‘lucidez’.

viernes, 20 de marzo de 2015

La niña Lana


La virtud de esta canción de amor impía y materialista de la eterna adolescente Lana del Rey está en que no tiene ni un atisbo de romanticismo. Money, power, glory. Eso es lo que quiere. Y por si hubiera alguna duda, luego, droga y diamantes. Slowcore juvenil de querulantes voces, ecos indis y sintetizadores envolventes. Ya. Pero mola la sinceridad de esta chica. Lana in the earth with demons.


domingo, 15 de marzo de 2015

Azaña. Un discurso antes de.


En uno de los discursos dados en Barcelona posteriores a la dimisión de Miguel Primo de Rivera (enero de 1930), Manuel Azaña, convencional pero listo, adornado y un poco retoriquero, hábil adulador de la audiencia del momento aunque ya eficaz decantador de mensajes rotundos tiene paréntesis de elevada inspiración en los que, a la vez que exagera a conciencia la crítica sobre la dictablanda de Primo (un tiempo de inesperada eficacia política y económica), se permite colar unas lecciones de civismo republicano a los nacionalistas… especialmente en este fragmento:

“Yo no soy patriota. Este vocablo que hace más de un siglo significaba revolución y libertad ha venido a corromperse, y hoy manoseado por la peor gente incluye la acepción más relajada de los intereses públicos y expresa la intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental.  Mas si no soy patriota sí soy español por los cuatro costados aunque no sea españolista. De ahí que me considere miembro de una sociedad ni mejor ni peor en esencia que las demás europeas de rango equivalente. Y es cuanto español que me anima el espíritu propio de un liberal que hallándose predeterminado en gran parte por inclinaciones heredadas, las corrige, las encauza hasta donde le permite el desinterés de la inteligencia.”

La penúltima frase deberían considerarla los fúnebres y pesimistas políticos y ‘opinadores’ de ahora. Pero la última frase es sensacional. Impensable en un político actual. Esa corrección de lo heredado por el “desinterés de la inteligencia”. Una inteligencia que sabe separar el grano de la paja política.

No sé si en aquel momento entenderían todos los presentes. Luego, el nacionalismo no perdió la oportunidad de traicionar al Gobierno republicano.