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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Curación

He pasado un quebranto de salud. Aparte del imprescindible antibiótico y los mimos familiares hay una música que purifica lo turbio; más que ninguna otra. Es Mozart. Sus conciertos para piano. Los movimientos lentos. Y más que ninguno, el larghetto del Concierto nº 11.
No hay en la historia de la música una adecuación tan bella entre piano y orquesta como en el desarrollo del drama de ese prístino motivo de nueve notas que inicia y cierra la pieza. Nunca una redención ha sido tan elegantemente expresada.
Contribuye a ello la versión más inteligente de la fonografía. La de Perahia. Háganse este regalo de la vida. Déjenlo todo y escuchen: