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miércoles, 22 de mayo de 2013

Blade Runner. Gaff.


Después del poético adiós a la vida del jefe de los replicantes, Roy Batty, tan ponderado por melancólicos cinéfilos y neoexistencialistas varios (que no cayeron en la cuenta de la ridícula y kitsch “puerta de Tanhauser”, ‘puerta’ que podía haber sido de Gilgamesh, Salomón, Orfeo, o, incluso, Alejandro o…, no sé, Prisciliano; en fin, nombres que por su severidad -y belleza-, ya ficticia ya real, hubieran salvado del cartoné modernista el emocionado discurso final de la bestia rendida) es cuando de verdad viene el momento de crisis de Blade Runner.
Se trata del instante en que, inesperadamente, aparece el detective Gaff (figura interpretada por el actor Edward James Olmos) para dar cuenta del fin de la cacería y devolverle la pistola al heroico y maltrecho Rick Deckard (Harrison Ford).
Gaff es un humano del futuro, un superviviente adaptado a una urbe imposible -todas son sus lenguas y ninguna-, aparentemente indiferente al triste caos que lo envuelve, sobrio profesional que cumple eficazmente y sin protestas con su trabajo. Pero a la vez Gaff es una vieja figura del pasado; una sombra lírica de Bécquer con perfiles de solitario byroniano pintado por Friedrich: su aspecto de tísico, su elegante vestimenta decimonónica, su renqueante cadencia de anciano con bastón, su mirada bicroma, su solipsista virtuosismo con la papiroflexia microscópica, su desgarrada voz de fantasma desvinculado de ese mundo terminal… hacen de él el verdadero ser humano de la película. Un hombre entre máquinas.  
El breve instante al que nos referíamos contiene la ‘frase’ del largometraje. Dos frases, para ser más exactos. Dos frases, una afirmación seguida de una interrogación, que estallan en la banda sonora con la contundente y trágica guturalidad que a veces tiene la lengua inglesa:
“It’s too bad she won’t live”… y seguidamente: “But then again who does?” (“Es una pena que ella no pueda vivir”… “Pero,  quién lo hace?”)  
Se refiere a la bella replicante (androide) Rachel (Sean Young) de la que está enamorado el protagonista, Deckard.
La sorpresa es que cuando Deckard vuelve a buscarla a su casa se encuentra con una de las figuritas de papel hechas por Gaff. O sea, nuestro policía raro había estado en su apartamento, pero no había eliminado a Rachel (como debía). Ella estaba viva y durmiendo plácidamente. Pero ese breve, preciso y excelente final no acaba ahí. La figura de papiroflexia que se encuentra Deckard es un unicornio. El unicornio es un animal que sólo aparece en los sueños de Deckard. Entonces, ¿qué mensaje es el que le deja Gaff…? Sencillamente: Tú también eres un androide, tus sueños sólo son implantes, Deckard; eres una máquina como ella, pero yo os dejo marchar porque acaso también merecéis vivir, como cualquier hombre y mujer, como yo mismo… ¿Quién vive realmente?...
Ese “It’s too bad she won’t live… But then again who does?” perdura como un eco invasivo en nuestra memoria y nos desconcierta precisamente porque nos recuerda la muerte y la imposibilidad de vivir... para invitarnos a vivir.
 



domingo, 19 de mayo de 2013

Eurovisión. Del disimulo del horror a la pachanga.

 
Empezamos por la pachanga. Es ilustrativo comprobar cómo un grupo conocido de música ligera que vende decenas de miles de copias en su país desafina todas y cada una de las notas que canta en directo en un celebérrimo festival europeo. (El grupo español no fue el único, muchos desafinan cuando no les tapan con un playback o con un sintetizador de distorsiones.) Es el resultado de la mentalidad “operación triunfo” y su dominio (dominio esperemos que temporal; aunque en España con el trabajo que ha hecho la LOGSE y las diversas reformas educativas de los últimos 25 años es difícil decirlo).

Eurovisión fue un bibelot hortera y glamuroso que se inventó la clase pudiente europea como regalo a la clase media y trabajadora para ayudar a olvidar las heridas de la II Guerra Mundial y los odios y desconfianzas entre países occidentales.
Las canciones de los primeros años eran excelentes en su delicadeza y ejecución; había orquesta en directo con 50 o 60 profesores y cada país aportaba, además de unos cantantes perfectamente solventes (y es que muchos cantaban muy bien), un director de orquesta (arreglista) tipo Franck Pourcel (¿quién no recuerda en España a Rafael Ibarbia, Augusto Algueró o Juan Carlos Calderón?...)
Pero lo más interesante de Eurovisión es que alguna vez, alguna rarísima vez, se colaba una interpretación verdaderamente sorprendente. Una canción que, en la forma, encajaba perfectamente en los parámetros eurovisivos, pero que en el fondo era una mina sumergida dirigida al delicado subconsciente europeo para hacerlo estallar en mil pedazos. Fue el caso de La Source, de Isabelle Aubret. Una exquisita cursilería de deliciosa hechura festivalera que, sin embargo, arrojaba una letra que volvía a poner en recuerdo la espantosa, incomprensible e insoportable realidad del genocidio europeo reciente. Fue en 1968. Nunca el Mayo francés hubiera soñado golpear de esa manera a las acomodadas conciencias europeas.
Aquí La Source:


viernes, 17 de mayo de 2013

Gómezdaviliana (V)



Sobre el gusto:

"Quien no gusta de lo obsoleto no puede saber si tiene gustos auténticos."

Sobre el placer:

"El placer es el relámpago irrisorio entre el deseo y la nostalgia."


viernes, 10 de mayo de 2013

Alfredo Landa, héroe de western.


Ha muerto Alfredo Landa. Tuvo una larguísima carrera en la que hubo de todo; pero todo, lo bueno y lo malo, fue trabajado con solvencia.
Las circunstancias lo encasillaron en exceso, aunque fue uno de esos viejos actores de marcha regular, oficio y personalidad que, a veces, mejoraba con su presencia productos aparentemente (o evidentemente) infumables.
Es inevitable asociarlo al momento del destape y a  astracanadas varias (su honesta entrega profesional también en esos artefactos ha sido culpable de que, para bien o para mal, perduren más en nuestra memoria); sin embargo, no se deberían olvidar sus colaboraciones con directores como Neville, Forqué, Bardem, Berlanga, Fernán Gómez, G. Aragón, Camus, Martín Patino, Borau, Cuerda, M. Hermoso y, claro, J.L. Garci, que lo convitió en uno de sus actores fetiche redimiéndolo de esa chusca época intermedia que tanto marcó su vida interpretativa.

Vamos a recordar aquí un momento insólito de Landa. Una de las escenas de western más químicamente puras del cine español; y es que quiere ser tan pura que casi acaba siendo grosera por exceso y fidelidad de estilo (y no vaya ello en perjuicio del resto del film).
Se trata del inicio de El Crack, de J.L. Garci, una película de cine negro con detective protagonista.
Como devoto del cine de género y más aún del western clásico, Garci abre la historia jugándose su seriedad como director al celebrar solemnemente uno de los ritos más manidos del cine del oeste: el duelo a vida o muerte en el saloon.
El protagonista (Landa) está cenando solo en un inhóspito bar de carretera cercado de negra noche;  el ‘barman’ juega a los dados con un cliente en la barra mientras otro individuo se entretiene con una máquina tragaperras; de pronto dos matones entran en el establecimiento y amenazan al barman con un cuchillo; el más curtido, barra de hierro en mano, chulea, amenaza y roba a los presentes mientras el detective solitario (Landa) sigue sereno con su cena hasta que también le reclaman la cartera. Cualquiera puede adivinar más o menos lo que pasa luego; el protagonista humilla a los ladrones sin alterarse (eso sí, con una pistola), los pone en fuga y pide amablemente un postre al agradecido barman para acabar su rutina.

Lo bueno de la escena --aparte de un montaje eficaz y de unos encuadres perfectamente clásicos (la barra del bar en perspectiva con la espalda del protagonista en primer plano)-- es la claridad prototípica del personaje; lo malo es que no nos lo acabamos de creer en un service de carretera de nuestra época y en nuestro país precisamente por esa claridad prototípica propia del western. La pureza maldita que tendría la escena en un western genuino con su siempre ominoso y emocionante reclamo de fuerza (el héroe oscuro impone su ley sin contemplaciones como quisiera hacerlo siempre nuestro imaginario ético más ansiado) chirría en el marco de una “sociedad del bienestar” hecha de pactos, cesiones, normas y convenciones cívicas bajo luces de neón. Landa, por su parte, tiene que hacer un trabajo de contención tan grande y tan contrario a su carácter verboso, gesticulante y bonachón que a la postre se nos antoja como meritorio. Con todo, la escena invita a seguir con la película, y eso ya es mucho.
Aquí está:






miércoles, 8 de mayo de 2013

Rigondeaux contra Donaire

 Nueva York, 13-IV-2013

El boxeador cubano afincado en Miami Guillermo Rigondeaux, nombre que se diría imaginado por Alejo Carpentier, mantuvo su corona de peso supergallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) y se hizo con la de la Organización Mundial (OMB), en manos del filipino Nonito Donaire (otro nombre literario así como de alta cuna y de baja cama), al que se impuso por decisión unánime en combate de unificación.
Rigondeaux contra Donaire: ¿Hay algún otro deporte que pueda enfrentar dos apellidos de tan elevada finura, de tan poético vuelo, de tan vetusta resonancia?
Los expertos apuntaban a Rigondeaux como el único boxeador de la categoría capaz de derrotar a Donaire y, en esta ocasión, acertaron. La escuela cubana (Rigondeaux dejó al fin la isla en 2008 después de malogrados intentos de abandonar el paraíso, pero quien tuvo retuvo) volvió a demostrar su calidad con el cuidado de la técnica, y la pugilística olímpica amateur afirmó una vez más la validez del boxeo aficionado como crisol de grandes figuras de esta noble y descomunal forma de vida.