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viernes, 31 de octubre de 2014

Un verano, y más, con Moby Dick (XLV).


No le bastó a Melville la sola desolación de la desaparición de cosas y hombres y bestia. Tuvo que añadir una parte de abominación. Su particular abominación de la desolación; a la manera de un literato, con un detalle aparentemente menor… De esos detalles que se convierten en símbolo de fuego indeleble.
En la parte alta casi sumergida del palo mayor se hundía uno de los arponeros, Tastego, el último de los hombres sobre el agua que, en un gesto de orgullo inaudito, da un último martillazo a la grímpola para clavarla en el mastelerillo casi sumergido. Pues bien, justo antes del martillazo, un halcón marino interpone por azar su ala entre el martillo y el palo:

“(…) Simultáneamente, al notar aquel etéreo estremecimiento, el salvaje ya sumergido bajo el agua mantuvo en la misma posición el martillo, en su último agónico suspiro, de modo que el ave celestial, dando gritos sobrenaturales, con el imperial pico en alto y el cuerpo atrapado en el banderín de Ahab, se hundió con su barco, el cual, igual que Satanás, no quiso meterse en los infiernos sin llevarse consigo un trozo de cielo para cubrirse a guisa de yelmo.”

Los hombres mueren llevándose consigo un trozo de cielo arrancado de un martillazo por el último de los cazadores salvajes. Última expresión de la fabulosa y retorcida desesperación a la que ha arrastrado a esa tripulación, representante del mundo entero, la determinada inteligencia de un hombre herido.


… Y ya sólo nos queda un episodio.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Un verano, y más, con Moby Dick (XLIV).


Y una inmensa sima de agua se fue abriendo en medio del Océano atrapando a la ballena, al barco, a las lanchas y a la tripulación entera. Como si todos merecieran el mismo destino en ese determinado momento de los días del mundo:

“(…) y todos los remos flotantes, y mangos de lanza, y todas las cosas, animadas e inanimadas, giraron interminablemente en una vorágine que hizo desaparecer por fin de la vista hasta la última astilla del Pequod.”

Tal vez la bestia destructiva merecía desaparecer; tal vez todos los marineros ávidos de caza merecían desaparecer… Quizás todos eran merecedores de ser cubiertos por el incesante mar intemporal. La fuerza ciega, la conciencia vengativa; todas las voluntades animales o humanas tienen, al cabo, el final que se merecen. Y sólo hay uno. ¿Qué odio removía las entrañas de Melville?

… Pero esto, ya saben, aún no ha acabado absolutamente.

martes, 28 de octubre de 2014

Un verano,y más, con Moby Dick (XLIII).


¿Y el barco?... desaparecido Ahab, no hay barco real que valga. Capitán y barco se desvanecen para el recuerdo. Los hombres que quedan miran incrédulos cómo un final de tormenta, niebla e indefinición de los elementos se están tragando el barco. Y, a pesar de todo, hay una imagen muy bella:

“(…) No sobresalían del agua más que los masteleros, donde mantenían su vigilancia los tres arponeros paganos, fuera por arrogancia, por lealtad o fatalidad pura.”


Las tres posibilidades unidas son las que conforman una realidad más convincente. Pero la que más emociona es la de la lealtad. Lealtad, a pesar de todo, a la locura del capitán Ahab. Lealtad en la lucha absoluta contra la fuerza ciega antes de la muerte segura. Esa lealtad trágica hace de esos hombres una presencia irrebatible en la eternidad.

viernes, 24 de octubre de 2014

Un verano, y más, con Moby Dick (XLII).


“(…) ¡Buque de gloriosa muerte!”

Eso grita Ahab. Es el último encuentro. Es el fin. Ahab lo sabe. Todos lo saben.  Toda la vida del capitán… también toda la vida de los marineros estaba dirigida como por un misterioso e indescifrable vendaval hacia este momento. Toda vida mira ese momento deseando que sea glorioso. Ahab lo hace grandioso a no poder más. Y terrible. La desesperación lo conduce a la gloria mortal en un carro de sangre y dolor.

“(…) ¡¡Hasta ti voy, destructiva e inconquistable ballena, lucho contigo hasta el fin; te acuchillaré desde el centro del infierno escupiéndote mi odio con mi último suspiro!!”

No se puede morir luchando de una manera más convulsa. No se puede acabar la vida de una manera más inconforme, violenta y despiadada. No se puede revocar la existencia con un desprecio más heroico y procaz.


“(…) Lanzó el arpón y la ballena herida avanzó hacia delante. El cabo corría con ígnea rapidez por su ranura, luego se enredó y Ahab se agachó para liberarlo, y lo logró, pero al desenrollarse velozmente una aduja lo cogió por el cuello y le arrancó de la lancha tan silenciosamente como sicarios turcos estrangulando a su víctima (…) La tripulación se quedó por un instante petrificada, inmóvil (…)”

domingo, 19 de octubre de 2014

Golovkin contra "Veneno" Rubio


En el combate principal disputado ayer en en el StubHub Center de Carson (California) el kazajo Gennady GGG Golovkin retuvo el cinturón medio de la Asociación Mundial de Boxeo y obtuvo el cinturón interino del Consejo Mundial de Boxeo, tras imponerse por nocaut técnico en el segundo episodio al mexicano Marco Antonio Veneno Rubio.
El primer asalto empezó pausado, de estudio, pero a medida que fueron pasando los segundos el kazajo puso quilla y el round acabó con buenos intercambios en los que el asiático demostró gran velocidad ante un Rubio demasiado lento.
En el segundo, Golovkin desató sus nervios y fue con todo a por el mexicano lanzando contundentes combinaciones. Luego de un gran gancho al mentón de Rubio, siguió su preciso ataque y durante un acoso junto a las cuerdas conectó un alto de izquierda que mandó al piso a Veneno, el cual se mantuvo en la lona y no se reincorporó hasta el final de la cuenta, por lo que el árbitro paró el combate, quizás precipitadamente.

La actuación del mexicano fue una gran decepción. Pero unos pocos segundos de duro castigo bastan en el boxeo para hundir las aspiraciones de cualquiera. Golovkin, imbatible, sigue su abrumadora carrera hacia la cima.