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domingo, 22 de septiembre de 2019

De Unamuno (III)


La verdad profunda e insatisfecha de Unamuno:

"Yo no digo que merezcamos un más allá, ni que la lógica nos lo muestre; digo que lo necesito, merézcalo o no, y nada más. Digo que lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad y que sin ella me es todo igual. Yo necesito eso, ¡lo necesito! Y sin ello ni hay alegría ni la alegría de vivir quiere decir nada."

domingo, 15 de septiembre de 2019

El paraíso (en la tierra) era esto


(No puede pasar más tiempo. Tengo que hablar de este restaurante.)
El Bodegón Azoque de Zaragoza es un lugar para la felicidad. Su ambientación, de una ruralidad arcaica con colores ocres, maderas viejas y reflejos ámbar, te envuelve en un acogedor abrazo que te prepara para una extraordinaria oferta de maravillas gastronómicas. Platos elaborados. Y platos puramente caseros. Desde los tradicionales de cuchara que creíamos perdidos en restaurantes de categoría a los clásicos de pescados y carnes, pasando por todos los imaginables vegetales de temporada. La mejor materia prima. La cocina sabia sin excesivas complejidades. Los nombres claros, sin títulos que oculten su verdad. Y como no podía ser de otra manera, una gran bodega. 
En Azoque no tienes que gastar mucho para comer muy bien. Entre semana hay un menú asequible que es habitualmente grandioso: nunca he comido unas humildes borrajas tan deliciosas, tomates tan sabrosos, atún rojo tan en su punto o arroz caldoso de pescado con vegetales tan intenso; nunca he bebido vino de tanta calidad (y siempre botella entera) por tan poco dinero. Aquí he descubierto vinos de la tierra, a los cuales yo no era muy aficionado, que quedan en la memoria. Hay también postres para cualquier paladar y capricho; se lo pueden imaginar... sólo diré que tienen el mejor pastel ruso. Y, casi todo ello, repito, en el menú. 
El trato está a la altura de su calidad gastronómica; amabilidad sin afectación, simpatía discreta, acción precisa al servicio del cliente. Además, el personal es sumamente inteligente porque, por si fuera poco, nos regala -y se regala- la mejor música. Jamás he escuchado en ningún otro local gastronómico del mundo una selección de música clásica tan gustosa, ¡y de gustos hablamos! Polifonía renacentista del s. XVI, el primer laúd barroco, los conciertos más bellos de Vivaldi o Corelli, los cuartetos de Haydn más emotivos, joyas olvidadas de Mozart y Beethoven, etc. 
En fin.
Si uno tiene la suerte de ir en buena compañía experimentará la sensación de haber conocido el paraíso en la tierra. No mucho más se le puede pedir al mundo. 
Hemos sido felices en Bodegón Azoque. Lo seguiremos siendo mientras se pueda.

jueves, 5 de septiembre de 2019

"Notturno". Richard Strauss.

Notturno, poema sinfónico para voz (en diferentes tesituras, preferentemente para barítono o mezzo) y conjunto orquestal, y también para voz, piano y violín, fue compuesto por Richard Strauss el último año del s. XIX. Se basa en el poema Aparición de Richard Dehmel al que Strauss eliminó el principio y el final. Una de sus obras, sorprendentemente, menos conocidas.
La complejidad de Strauss es aquí interior y recogida. Se concentra en una voz que juega con unos lentos crescendos a partir de uno de esos secos y desasosegantes motivos interválicos marca de la casa. Su cohesión es total y teje una metamorfosis psicológica tan tensa y exigente que nos pone al límite de nuestra memoria y comprensión sonora. La experiencia auditiva es fascinante. Richard Strauss, ya en una obra ‘joven’ como ésta supera el wagnerismo en complejidad y sutileza discursiva. Como dejó dicho Glenn Gould: “Los puntos culminantes de Strauss, sus momentos de tensión y de reposo -aun siendo menos abrumadores que los de Wagner- indican mucho mejor las difíciles realidades de la creación.”
La capacidad de la música de Strauss es total de principio a fin. Y este Strauss secreto y espectral, realmente nocturno, se impone y conquista a la contra que el Wagner épico y viril: te atrae, sin embargo con más fuerza, como un conjuro femenino lleno de belleza y muerte, virtud de muchas de sus obras vocales. Es el placer contradictorio que hiere, cual amor fatal, en forma de música.