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viernes, 27 de marzo de 2020

Y de pronto… la realidad.



Cuando irrumpe esa bestia que podemos llamar vida, realidad, realidad de la vida… se desvanecen rápido todos los fantasmas y relatos que nos construimos para engañarnos, y no digamos los relatos ideológicos de última hora que se inventan los partidos y grupos adláteres que viven de fantasías y manipulaciones.
Por ejemplo; la aparición de un virus con el que se han desconcertado todos los poderes políticos parece que ha eliminado de un plumazo la imposición de la lengua de género. Un partido que se metió en el poder (a pesar de sus relativamente escasos electores) hablando siempre en femenino quiso dar muy serio un mensaje general en plena crisis sanitaria con el lema “Este virus lo pararemos unidos.” Ya no son “Unidas podemos”. 
El principio de realidad no admite zarandanjas. 
“Mire mi señor don Quijote que no son gigantes, sino molinos…”
Por eso El Quijote sigue siendo la obra de ficción más importante para la vida real. 

jueves, 26 de marzo de 2020

La elección palpitante



Los condicionantes de la tristeza (una tristeza que no provenga de un hecho trágico insoportable) pueden ser los mismos que producen alegría: el no saber qué, el no saber cuándo, el no saber dónde, etc. Y viceversa. Cláusulas que marcan definitivamente toda nuestra vida independientemente de si queremos reconocerlo o no.

Así, Clément Rosset escribe:

“(…) Pero esto es justamente lo que tienen de sorprendente -y de aparentemente paradójico- las razones para alegrarse o deprimirse: que son rigurosamente idénticas. De modo que la tristeza y la alegría no son más que las dos caras de la misma moneda. De ahí que sean tan próximas. En efecto, la alegría real no es más que una visión lúcida, pero asumida, de la condición humana; la tristeza es la misma visión, pero consternada.”

Escoger la tristeza o escoger la alegría, se diría… Pero, en el fondo, ¿podemos escoger?

sábado, 7 de marzo de 2020

Craig Zahler (revisado)






Muy de vez en cuando el cine de pura diversión nos ofrece perlas que pasan automáticamente a nuestra lista personal de clásicos. 
Hay un director en Estados Unidos llamado Craig Zahler que en poco tiempo ha dirigido tres largas muy largas películas que rondan la maestría dentro del cine de entretenimiento. O sea, el gran cine. Un thriller policial (Dragged across concrete, ‘Arrastrado por el asfalto’), un western de terror (Bone tomahawk, ‘Hacha de hueso’) y una tragedia carcelaria (Brawl in the cell Block 99, 'Pelea en la celda del bloque 99’). Si este señor no dirige nada más, esas tres obras permanecerán como una extraña trilogía de culto hasta el final de los tiempos, amén.
Los tres largometrajes muestran estilo de gran cineasta desde las primeras escenas. Los amantes del buen cine quedarán enganchados automáticamente. Hay momentos lentos (inusuales en cintas de esta naturaleza), pero nunca momentos muertos. Largos preludios estáticos llenos de tensión en virtud de concentrar la atención narrando lo esencial. Hay mucho trabajo de actor (maravilloso Vince Vaughn en dos de ellas, y muy bien Mel Gibson y Kurt Russell, entre otros). Y todos sus planos están cuidados en cada detalle objetual, color y destello de luz. 
Pero es que asimismo está su excitante fusión de géneros. El western evoluciona del clásico viaje de rescate y castigo a un gore de terror antropófago. El thriller policial va del conflicto social con dilema ético-profesional a una de atracos con sadismo pulp.  Y la tragedia carcelaria (la más impactante del trío) empieza con el drama doméstico de una pareja, pasa por el ambiente de traficantes, se instala en el tópico de prisiones y cae en un gótico claustrofóbico de violencia suprema. Cine, cine, cine.
A pesar de sus extravagancias, estas obras responden perfectamente a algunas de las condiciones aristotélicas referidas a la tragedia. Unidad, desarrollo, tiempo, espacio, carácter… Todo magníficamente engranado. Los guiones de Zahler, además, se ponen de parte de la realidad del mundo al construir tipos ambiguos, turbios y decantados hacia la violencia y el mal por una decisión equivocada, un golpe de mala suerte o por la inexorable fatalidad de la vida que se recrea destruyendo la existencia de individuos sin estrella. Son desagradables. Pero impresionan. Gente cuyos códigos morales pertenecen a otros tiempos, y gente que habla como el oráculo del fracaso. Ni héroes ni villanos. Hombres y mujeres confusos y desesperados que van a por todas. 
Lástima que estas pelis no se estrenen en los cines de nuestro país. ¡Qué gran cine de entretenimiento que esconde un ‘pequeño’ cine de arte y ensayo!