A la memoria de un verdadero hombre; mi padre:
“Las esperanzas cortesanas
prisiones son do el ambicioso muere
y donde al más activo nacen canas;
el que no las limare o las rompiere
ni el nombre de varón ha merecido,
ni subir al honor que pretendiere (…)
El ánimo plebeyo y abatido
elija en sus intentos temeroso
primero estar suspenso que caído;
que el corazón entero y generoso
al caso adverso inclinará la frente
antes que la rodilla al poderoso.
Más triunfos, más coronas dio al prudente
que supo retirarse, la fortuna,
que al que esperó obstinada y locamente (…)
Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares (…)
Así, me enseña descubierta
su esencia la verdad, y mi albedrío
con ella se compone y se concierta (…)
¿Es, por ventura, menos poderosa
que el vicio la verdad? ¿O menos fuerte?
No la arguyas de flaca y temerosa (…)
Ya, dulce hijo, huyo y me retiro
de cuanto simple amé: rompí los lazos;
ven y sabrás al alto fin que aspiro
antes que el tiempo muera en nuestros brazos.”
(Andrés F. de Andrada)