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lunes, 2 de enero de 2017

... van tres Reyes a adorar

Estamos en semana de Reyes Magos.
Los Mágoi (o astrólogos orientales poseedores de una sabiduría secreta) deberían ser interpretados como hombres sabios trasmutados en reyes, puesto que la Biblia no admitía nada prístino que se emparentara con las magias ocultas, y la elevación de esos ‘astrólogos’ a la dignidad real se remonta a una cita de Isaías del Antiguo Testamento (Isaías 60, 3):

“Marcharán las naciones hacia tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada.”

Luego, tres versículos más allá, leemos:

“(…) llevarán incienso y oro, y cantarán alabanzas a Yahvé.”

Del evangelista Mateo se dedujo que eran tres reyes por el número de regalos: añadió la mirra al incienso y oro de Isaías. La tradición quiso ver en los regalos los símbolos de la monarquía (oro), la divinidad (incienso) y la pasión y muerte (mirra) de Jesucristo. Beda el Venerable consideró a los reyes  como representantes de Europa, Asia y África. Eso los reafirmó.

En cuanto a la estrella, ha corrido un montón de literatura astrológica sobre conjunciones de estrellas y apariciones de cometas con sus correspondientes representaciones y simbologías. Si nos acogemos a la Biblia topamos con el ‘desviado’ (por, en principio, enemigo) adivino oracular -más que profeta- mesopotámico Balaam, de la época de Moisés, que habla en el Libro de los Números de una estrella que saldrá de la raza judía, y de un cetro que aniquilará a los enemigos de Israel:

“Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca; de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel.”

Y posteriormente, la interpretación popular de ese versículo de Números habla de forma directa de los conceptos de rey y de mesías refiriéndose a una personificación de la estrella.
Entre muchos judíos del s. II d. C. fue el rebelde contra Roma Simeón ben Kosiba el líder liberador -supuesto- que mereció el apelativo de Bar Kokhba, o sea, ‘Hijo de la Estrella’.
El final (22: 16) del libro de la Revelación o Apocalipsis evangélico nos dice que Jesús se proclama “aster ó lamprós ó proinós”: “Estrella resplandeciente de la mañana.”

Bien, y vamos a dejar uno de los villancicos polifónicos más refinados que se hayan escrito sobre la adoración de los reyes. Obra en música –a cinco voces imitativas trenzándose unas con otras en un tapiz magistral- y letra (preciosa) del gran Francisco Guerrero: “A un niño llorando al hielo…”

(¿Quién es el necio que quiere sustituir la rica tradición de los reyes por la del chusco papá Noel?)


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