Josep Pla ponderaba las grises virtudes del señor Esteve (protagonista de la célebre obra de Santiago Rusiñol L’auca del señor Esteve) de la siguiente manera:
“El señor Esteve es un patán, un poco ramplón, vulgarísimo, pero paga religiosamente sus deudas y hace honor a sus compromisos. No es juerguista, ni chismoso, no es un aprovechado, ni una persona que acostumbre a dar gato por liebre. Es vulgar, pero serio. Es insignificante, pero positivo. No es genial, pero sí eficaz… Sobre el señor Esteve y todos los señores Esteve que pueblan la tierra se ha construido ese poco de libertad que puede conseguirse en este mundo; ese trocito de tolerancia que hace posible la existencia humana, los progresos obtenidos y el bienestar que este país -y el resto- ha dado de sí.”
¿Dónde están hoy los buenos señores Esteve? Que vuelvan, por favor.
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