Después del poético adiós a la vida del jefe de los
replicantes, Roy Batty, tan ponderado por melancólicos cinéfilos y
neoexistencialistas varios (que no cayeron en la cuenta de la ridícula y kitsch
“puerta de Tanhauser”, ‘puerta’ que podía haber sido de Gilgamesh, Salomón, Orfeo,
o, incluso, Alejandro o…, no sé, Prisciliano; en fin, nombres que por su
severidad -y belleza-, ya ficticia ya real, hubieran salvado del cartoné
modernista el emocionado discurso final de la bestia rendida) es cuando de
verdad viene el momento de crisis de Blade
Runner.
Se trata del instante en que, inesperadamente,
aparece el detective Gaff (figura interpretada por el actor Edward James Olmos)
para dar cuenta del fin de la cacería y devolverle la pistola al heroico y
maltrecho Rick Deckard (Harrison Ford).
Gaff es un humano del futuro, un superviviente
adaptado a una urbe imposible -todas son sus lenguas y ninguna-, aparentemente indiferente
al triste caos que lo envuelve, sobrio profesional que cumple eficazmente y sin
protestas con su trabajo. Pero a la vez Gaff es una vieja figura del pasado;
una sombra lírica de Bécquer con perfiles de solitario byroniano pintado por
Friedrich: su aspecto de tísico, su elegante vestimenta decimonónica, su renqueante
cadencia de anciano con bastón, su mirada bicroma, su solipsista virtuosismo
con la papiroflexia microscópica, su desgarrada voz de fantasma desvinculado
de ese mundo terminal… hacen de él el verdadero ser humano de la película. Un hombre entre
máquinas.
El breve instante al que nos referíamos contiene la ‘frase’
del largometraje. Dos frases, para ser más exactos. Dos frases, una afirmación
seguida de una interrogación, que estallan en la banda sonora con la
contundente y trágica guturalidad que a veces tiene la lengua inglesa:
“It’s too bad
she won’t live”… y seguidamente: “But then again who does?” (“Es
una pena que ella no pueda vivir”… “Pero, quién lo hace?”)
Se refiere a la bella replicante (androide) Rachel
(Sean Young) de la que está enamorado el protagonista, Deckard.
La sorpresa es que cuando Deckard vuelve a buscarla
a su casa se encuentra con una de las figuritas de papel hechas por Gaff. O
sea, nuestro policía raro había estado en su apartamento, pero no había
eliminado a Rachel (como debía). Ella estaba viva y durmiendo plácidamente.
Pero ese breve, preciso y excelente final no acaba ahí. La figura de papiroflexia
que se encuentra Deckard es un unicornio. El unicornio es un animal que sólo
aparece en los sueños de Deckard. Entonces, ¿qué mensaje es el que le deja Gaff…?
Sencillamente: Tú también eres un androide, tus sueños sólo son implantes, Deckard; eres una máquina como ella, pero yo os dejo
marchar porque acaso también merecéis vivir, como cualquier hombre y mujer,
como yo mismo… ¿Quién vive realmente?...
Ese “It’s too bad she won’t live… But then again who
does?” perdura como un eco invasivo en nuestra memoria y nos desconcierta precisamente porque nos recuerda la muerte y la imposibilidad de vivir... para invitarnos a vivir.