Se empleó
Alejandro en el asedio de Halicarnaso, la ciudad de Herodoto, y allí es posible
que experimentara alguno de los nuevos ingenios militares (según cuenta Diodoro
Sículo transportados en barco por los macedonios) que harían fortuna en el
futuro, entre ellos la petrobólous
katapéltas, o sea, la catapulta, una catapulta pensada para atacar
directamente a los soldados y no tanto los muros. Según Plutarco, Halicarnaso
fue una de esas batallas, o mejor, asedios, que sumía a Alejandro en la duda de
cómo encarar las conquistas futuras. Pero Arriano cuenta:
“(…) Lo primero
que hizo Alejandro fue rellenar el foso excavado delante de la ciudad (…) con
objeto de aproximar las torres desde donde pensaba bombardear con proyectiles a
los apostados en los parapetos del muro, a más de otros ingenios destinados a
derribar la defensa. (…) [Pasaron los días] Los muros quedaron parcialmente
desasistidos; además, al haberse desplomado dos torres había quedado una
cortina del muro accesible al ejército macedonio, aunque éste no supo
aprovechar la ocasión de aplicar conjuntamente su ataque en este punto. La
tercera torre también había sido sacudida seriamente, de suerte que se habría
desplomado con facilidad si se la hubiera socavado un poco. Pero los habitantes
de la ciudad se adelantaron y reconstruyeron el muro con ladrillos curvos antes
de que éste se desplomara, empresa que realizaron con toda facilidad al
disponer de abundante mano de obra.
Al día siguiente
Alejandro acercó al muro las máquinas, lo que provocó una inmediata salida de
los de la ciudad para quemarlas. Prendieron fuego a algunos manteletes, los que
estaban más próximos al muro, así como a una torre de madera. (…) Al aparecer
Alejandro en el escenario del combate, todos los que acudieron con antorchas a
contribuir al incendio de las máquinas se deshicieron de sus armas y sus
antorchas y echaron a correr hacia el interior del muro. (…) Unos
[alicarnaseos] murieron al llegar al combate cuerpo a cuerpo con los macedonios
mientras otros caían a ambos lados del derribado muro que les obstaculizó el
paso al haber quedado sólo un estrecho pasadizo para una avalancha tan grande
de hombres (…) Les ocurrió, cuando huían en retirada por un estrecho puente que
estaba sobre el foso, que el puente se les vino abajo debido al peso de la
muchedumbre, yendo a caer muchos al foso, de suerte que unos perecieron
pisoteados por sus compañeros mientras otros eran alcanzados por los macedonios
que disparaban desde arriba. Sin embargo, Alejandro dio orden a sus hombres de
que se retiraran, pues quería que la ciudad no pereciera si sus habitantes
daban alguna prueba de amistad.
(…) Nombró
gobernadora de toda Caria a Ada, hija de Hecátomo y mujer de Hidreo, su
hermano, que según la costumbre caria, convivía con ella [Ada era, además, la hermana menor de Mausolo, de quien deriva el nombre de 'mausoleo', cuyo referente era el inmenso construido para él en Halicarnaso]. Al morir Hidreo el
gobierno pasó a ella, ya que desde Semíramis es costumbre en Asia que las
mujeres puedan gobernar sobre hombres. (…) Ada adoptó a Alejandro como hijo” [éste, con la plena aceptación de Alejandro,
fue uno de los hechos más llamativos de toda la campaña alejandrina de aquellos
momentos].