Hubo algo al
principio.
Hoy lo recuerdo
como un don escondido.
Pero se dio algo
inmenso. Lo juro.
Guardo la
sensación de un sol
apagado en mis
manos.
Algo que era muy
fuerte… más que la eternidad.
Estaba más allá
de pasión y deseo.
Era como algo
nuevo.
Y nunca, nadie,
había estado allí.
Eso creía yo.
Porque yo entré
en ese lugar
como un dios
original en una tierra.
El dios que
surca el día y sus espacios
y flota sobre el
agua y
asciende hacia
la luz.
Algo muy fuerte
hubo.
Lo recuerdo. Milagro
traicionado.
Y recuerdo muy
bien:
no hubo
presagios luego.
Simplemente, una noche,
un viento espeso
me trajo las
hojas corrompidas
de un jardín que
yo ni sospechaba.
Y el pecho se
abrió al tiempo. Sí.
Y corrí… Y
corrí…
Y cuanto más
corría
más abismo se
hacía ante mis ojos.
Ahora nieva… y
espero.
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