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martes, 11 de octubre de 2016

12 de Octubre. Hispanidad. (Gustavo Bueno VIII.)



Según clasificación del materialismo filosófico de Gustavo Bueno, la España del s. XIX da al mundo un segundo género de izquierda (corriente política inmediatamente posterior al primer género, que es la izquierda revolucionaria francesa -propiamente la jacobina, también la de El Terror-).
Este segundo género es lo que se conoce como la izquierda liberal (la genuina izquierda liberal), formada a partir del funcionamiento de las Cortes de Cádiz y su Constitución (1812).
Hoy día, en que tanta izquierda acomplejada apenas se atreve a mencionar el nombre de España o de Hispanidad, deberían recordarse algunos de los primeros artículos de aquella Carta Magna:

“Capítulo I
Artículo 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.
Artículo 2. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.
Artículo 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación.

Capítulo II
Artículo 5. Primero. Son españoles todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas, y los hijos de éstos.”

La Hispanidad, en todo su proceso histórico y su complejidad iba mucho más allá de una constitución, como es natural, pero según aquella lejana constitución la soberanía la debían ostentar los ciudadanos de todos los países hispanos con la metrópoli. Por ahí se definía también la hispanidad de una manera positiva.

Las cosas se han ido tanto de madre que ahora es considerado un avance en los derechos políticos que hasta el pueblo más diminuto se quiera segregar de sus vecinos. División, separación, disolución han adquirido carta de naturaleza principalmente entre una autodenominada izquierda dispuesta a defender cualquier ‘derecho’ aldeano sin darse cuenta de que, a la vez, lo que está atacando es la soberanía de todos y cada uno de los ciudadanos. (¿Podríamos llamarla izquierda ‘disolutiva’ alumbrando una nueva generación de izquierda?)

En fin, ya no existe esa hispanidad política, pero, por no salirnos del marco de occidente, cabe imaginar lo que podía haber sido frente a, por un lado, el expansionismo anglosajón norteamericano y, por otro, la inestable biocenosis europea de las normas burocráticas y las exigencias financieras. Y no me refiero a nada ideal, ni mucho menos, sino acaso a una efectiva comunidad global alternativa. 


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