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jueves, 7 de febrero de 2019

Magallanes y Elcano. Primera circunnavegación del planeta (VII).



Tiburones, fuegos, Brasil, intercambios…
Refiere Pigafetta:

“(…) Durante los días serenos y de calma, unos peces grandes a los que llamaban tiburones nadaban cerca de nuestro navío. Estos peces tienen varias hileras de dientes terribles y si por desgracia encuentran un hombre en el mar, lo devoran en el acto. Pescamos muchos con anzuelos de hierro; pero los grandes no son del todo comestibles y los pequeños no valen gran cosa.
Durante las tempestades vimos frecuentemente lo que se llama Cuerpo Santo de San Telmo. Una noche muy oscura se nos apareció como una hermosa antorcha en la punta del palo mayor, en donde flameó por espacio de dos horas, lo que fue un gran consuelo en medio de la tempestad. Al desaparecer, proyectó un resplandor tan grande que nos dejó, por decirlo así, cegados.
Después de pasar la línea equinoccial, al aproximarnos al polo antártico, perdimos de vista la estrella polar (…) enfilamos la proa hacia la Tierra del Verzín, en los 23 grados y medio de latitud meridional (…) Aquí nos aprovisionamos abundantemente de gallinas, batatas, de una especie de fruto parecido a la piña de pino, pero que es dulce en extremo y de un gusto exquisito, de cañas dulces, de carne de anta, la cual es parecida a la de vaca (…) Hicimos también ventajosos cambios: por un anzuelo o por un cuchillo nos dieron cinco o seis gallinas; por un peine, dos gansos; por un espejito o un par de tijeras, el pescado suficiente para comer diez personas (…) Cambiamos asimismo a buen precio las figuras de los naipes: por un rey de oros me dieron seis gallinas (…)”

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