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lunes, 1 de abril de 2019

Ferlosio, el empecinado.



Ferlosio era un caso raro de literato de fama que lo dejó todo para hacerse gramático. Gramático empecinado en la etimología y la hipotaxis.
Él mismo, escribió:

"Naturalmente, la hipotaxis en que me fui empecinando más y más no se limitaba a esas fáciles construcciones con verbos, sino que se dilataba en frases mucho más complejas, poliarticuladas y de más largo aliento, hasta llegar a veces a cubrir un folio entero. De esta manera, llegó a antojárseme que sólo podía decir tal o cual cosa de un modo satisfactorio, por suficientemente preciso, circunstanciado, explícito y completo, recurriendo a largas construcciones hipotácticas." 

De ahí que sus ensayos sean a menudo una exigencia de la forma en marcha que se impone a la importancia del tema tratado. Aunque estuviera equivocado en sus tesis, la precisión gramática es tal, que no lo parece. Todo lo que escribió muestra un rango superior de la lengua española. Y si más de una vez había rechazado su pasado de literato por estetecista y sin importancia, no se libró nunca de un impulso inconsciente de búsqueda de la belleza, aun en sus más sesudos ensayos. Al contrario, ese impulso fue en aumento y alcanzó una madurez soberbia hacia la plenitud de su actividad como ensayista, cuando, según sus propias palabras, encontró la lengua. Eso es lo que hizo Ferlosio toda su vida con solitario empeño: buscar la lengua y salvarla de toda servidumbre. 

Todo lo que tiene publicado merece leerse con esfuerzo y regocijo. 
Para los despistados existe un largo artículo sobre sí mismo, ya clásico, que se publicó en el número 31 de la añorada revista Archipiélago titulado La forja de un plumífero. Que empiecen a conocerlo. Y a adentrarse en su océano.

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