Esta imagen es
uno de los más extraordinarios fotogramas de la historia del cine. Pertenece a
la mítica The night of the hunter (La noche del cazador), dirigida por
Charles Laughton y basada en la novela homónima de Davis Grubb.
Un sueño diáfano
como el corte de un escalpelo sobre el Bien y el Mal.
El Bien es una
delicada abuelita en camisón aureolada con la luz de las santas que sostiene
con firmeza un pesado rifle mientras habla con una niña que lleva una vela en
la mano. Del fondo de la noche sale la figura que encarna el Mal; vestido de
cordero, como es propio siempre en el mal más malvado.
La abuelita es
consciente de su fragilidad, pero también sabe que su inteligente determinación
y su coraje son lo único que va a salvar la luz, esa frágil luz que encarna la
inocente niña con su llama, del avance de las tinieblas.
Y el Mal quiere,
como siempre, hablar… parlamentar; para ganar tiempo, para adormecer, para
engañar. Y sólo la vigilante valentía del Bien y su decisión lograrán disolver
esas añagazas.
Los centros de
enseñanza, en todos los niveles decorados con vaguedades sobre paz, humanidad, hermandad y demás flores
pintadas sobre arco-iris deberían tener esta foto como un recordatorio fundamental.
La Historia nos
enseña que hay que apostar siempre por las dulces abuelitas fuertemente
armadas.
Gran, gran película. Grande Robert Mitchum. Leaning, leaning...
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