Ante la actual
obsesión política por el número, las mayorías, los apoyos ciegos, los grupos de
fuerza, las manifestaciones, las encuestas, los porcentajes y, en fin, la
sustitución de la reflexión por la masificación habría que ir al origen de la
democracia contemporánea y recordar palabras como éstas de Thomas Jefferson en su discurso como presidente electo:
“ (…)Todos
tendrán en mente el sagrado principio de que si bien ha de prevalecer siempre
la voluntad de la mayoría, esa voluntad ha de ser razonable para ser legítima,
pues la minoría posee derechos iguales, que leyes iguales deben proteger, y
violar esto sería opresión.”
El vínculo de la legitimidad política no con números ni cantidades, sino con razonabilidad y
respeto a la igualdad jurídica de todos los ciudadanos acaso conseguiría unos
grados de confianza y rebajamiento de la tensión entre la población que hoy, con la actual propaganda política de partidos, parecen imposibles de alcanzar.
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