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viernes, 19 de mayo de 2017

Carpinterías



Cada vez que me topo con la puerta de una carpintería -cosa excepcional- siento una espontánea necesidad de reverencia. Me detengo... y miro, y huelo. Esa delicadeza en el trabajo; esa severa entrega. Los aromas nobles. Es algo sumamente agradable y placentero. Luego soy consciente de que ahí tiene lugar una fusión mirífica entre lo sensual y lo místico. El humilde José y el humilde Jesús, padre e hijo, estaban tal cual, hace dos mil años, que esos hombres anacrónicos que veo ahora.
Qué extraordinariamente materialista es el relato cristiano.  

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