Los corsos crecen cantando esos melismas aflamencados de cinco notas y los georgianos esas polifonías graves combinadas de modelo griego-ortodoxo. Música de pastores
cristianos. Entre ellas hay una evidente filiación. Sus fórmulas improvisadas,
sus efectistas cadencias, se pueden reconocer y fijar en un ámbito hasta cierto
punto cerrado. Bien. Pero lo verdaderamente emocionante… lo de verdad intenso
es la calidad de sus voces. Aquí se funden las dos:
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