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martes, 18 de septiembre de 2018

Aquellas aceras libres



¿Recuerdan cuando se podía pasear por las aceras?
Muchas grandes ciudades han perdido la oportunidad de hacerse más agradables y nobles tomando medidas contra las máquinas agresivas, o sea, buscando más espacios para ellas o restringiendo su circulación (entiéndase: coches, motos, bicicletas y la nueva plaga de los patinetes) y defendiendo al ciudadano de verdad, que es el que camina por la ciudad, el paseante.
Barcelona es el estúpido paradigma de ciudad que con la pretensión de mejorar (ser más “ecológica y sostenible” sic) se está convirtiendo en una porquería a pesar de la recuperación de escaparate de algunas zonas peatonales. Sus aceras son hoy lo más sucio imaginable entre marcas de neumáticos y grasa de motos. Da igual el barrio; pobre, modesto o rico. Es, claro, el efecto de la ignorancia sumada a la inacción propia del populismo político que nos corroe. 
Hoy, pasear por una acera barcelonesa es una aventura peligrosa e insalubre.
Que el diablo se os lleve, miserables munícipes.

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