La Pantomima de la Suite al estilo antiguo de Alfred
Schnittke. Y con estas imágenes.
Hacía tiempo que nada me había sumido en un estado de melancolía con
tanta facilidad. Fue inmediato y sorpresivo.
Schnittke es el compositor más penetrante de cuantos, tras
los grandes ismos y corrientes vanguardistas del s. XX, se dedicaron a hacer
parodias del pasado. Fue el más dotado. Al final, su talento le llevó a
desarrollar un estilo propio que superó el juego entre sarcástico y dramático
con la tradición para convertirse en íntimo agonismo (iremos algún día a sus
obras corales sacras).
En esta obrita, Schnittke se pone a encantar al personal
balanceándose a media luz entre un barroco y un clasicismo hilvanados con
ribetes de sonata romántica.
Tenemos una línea musical muy sencilla, delicada, graciosa,
corroborada canónicamente por un impecable piano… que, sin embargo, a partir del minuto 2’00
se inquieta, se vuelve áspera, torpe, percutiva, hasta llegar a un repentino y
desagradable acorde disonante (minuto 2’27).
Este momento ilustra a la perfección lo que una vez dijo el
compositor hablando de su música:
“Escribo un bello acorde sobre el papel y, de pronto, se me
oxida.”
Pues bien, esa música, y concretamente ese momento disonante
unido a esas imágenes pictóricas de género, retratos, escenas galantes,
amorosas, familiares… pinturas que en general celebran la vida y muestran una
economía de serena confianza en el mundo, nos vierte un veneno en el oído en virtud del
cual cambia la mirada y ya nada es lo mismo. De ahí la melancolía de la que
hablaba.
Hemos pasado de la pantomima (o sea, un fingimiento amable
de algo que en realidad no se siente) a la lucidez cortante del reconocimiento
de la realidad. A partir de la mitad de la composición esas figuras pintadas nos hacen llorar.
Y nos viene a la memoria Jorge Manrique con alguna de las coplas que cantan la fortuna, el tiempo y lo perdido: (p.e., la XI)
“Los estados e riqueza,
que nos dexan a deshora
¿quién lo duda?,
non les pidamos firmeza
pues que son d’una señora
que se muda,
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar ni estable ni queda
en una cosa”.
Qué malévola eficacia la música de Schnittke con un solo acorde disonante y qué excelente
idea la de unirla a estas imágenes para provocar esta piadosa melancolía que
siento.