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domingo, 25 de agosto de 2013

En San Vicente de Labuerda




Uno de los placeres más grandes de dejarse perder, no como turista ‘enterao’, sino como caminante libre, por los andurriales de montaña de nuestro país es toparse con obras tan deslumbrantes como el retablo pictórico de la ermita oscense de San Vicente de Labuerda.

San Vicente es un sobrio edificio románico al que se accede primero a través de un conjuradero (o ‘esconjuradero’, como dicen algunos en Aragón) y luego por un humilde y delicado cementerio.

Cuando el guardés del lugar te enciende las luces aparece el retablo al fondo, en el ábside, tal que un milagro celeste. Estallido de colores puros y brillos de pan de oro en figuras de un gótico afilado, franco, de líneas clarísimas y composiciones sólidas, pero también con veleidades figurativas y fantasías propias del Norte. Se atribuye a la escuela de Juan de la Abadía el Viejo. Gótico hispano-flamenco aragonés.
La pieza se escondió en un granero durante siglos. Al parecer, el trabajo de restauración fue fácil; una mano de limpieza y poco más. Así es la calidad.

En ningún lugar puede resultar tan digno el lujo artístico como en una sencilla y montaraz iglesia románica.

Gracias Ana por convencer siempre al San Pedro local para que nos abra la puerta.

3 comentarios:

  1. ensamblador alegre26 de agosto de 2013, 6:36

    Hombre, hombre, hombre, te has estado documentando. Veo que el tal Abadía tiene obra también en el Prado. Sí, sí, espléndido, precioso.

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  2. Documentando lo mínimo. Lo que establece el decoro. Eso es lo de menos.

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  3. Por cierto, que voy a prolongar algo el blog..

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