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domingo, 28 de diciembre de 2014

Los que confunden


La mayoría de literatos que pasan por intelectuales siguen ejerciendo, en el fondo, de estetas, y con gran éxito, entre una gran cantidad de público. No tiene nada que ver un esteta con un intelectual (es ridícula la palabra "intelectual", pero me refiero a esos tipos que cuando hablan o escriben son capaces, en un momento, de plantarte ante las narices un paisaje despejado, sólido, quizás complejo, pero entendible por medio de la razón frente a lo que era un momento antes la selva oscura de una determinada realidad; o que con pocas palabras empiezan a complicarte la vida y te obligan a pensar sobre lo que creías obvio); pero el esteta actual es el que consigue una mayor cantidad de población atenta por su capacidad de decir lo que agrada (o desagrada, da igual) con explicaciones llamativas, provocativas, ocurrentes, contradictorias, en consonancia con la corriente o novedad del momento, etc… aunque sin ninguna consistencia. Como nadie, o casi nadie, va a contrastar las ocurrencias de domingo del literato (o como quiera que se bautice) con la realidad o con su ocurrencia anterior, todo va para adelante.
Esto de la confusión del cuentista o literato con el intelectual o estudioso estricto ocurre ahora mucho (es sorprendente que casi todo el mundo confunda escritor de ficción con intelectual; ¿será porque todos los suplementos llamados "culturales" dedican el 90 % de su contenido 'hipercultural' a la ficción?; ¿será que esos escritores guais de ficción suelen salir en fotos enormes con cara interesante, mano acariciando el mentón y un lienzo de librería de fondo cual modelos del intelecto?). Pero no es cosa nueva, siempre ha ocurrido. Thomas Mann, precisamente un cuentista de primera categoría, un ficcionista supremo que sin embargo siempre se ocupó de tener una formación y pensamiento coherente, un hombre que fue un esteta fino, fino, filipino, pero supo separar esteticismo de realidad política y conocimiento, es honesto y nos lo recuerda, por ejemplo, a propósito de personajes de La novia de Messina de Schiller:

«(…) con las palabras más lisonjeras, ensalza la paz, la compara con un amable mozalbete que, a la vera de un tranquilo arroyo y con los corderitos triscando a su alrededor, extrae dulces sonidos de su flauta, pero ya en el siguiente aliento aprovecha la ocasión –o abusa de ella– para hablar, con la misma devoción poética, de la guerra… En este pasaje, repitámoslo, Schiller es un esteta (…) Hubiese podido glorificar la guerra y calificar de cobardes y llorones a los pacifistas (…) hubiese podido cantar a la paz eterna, y estigmatizar la guerra como una recaída en situaciones infrahumanas; (…) pero sumirse en la naturaleza esencial de la guerra y de la paz con la misma y diletantesca comprensión, amor y libre intuición, eso precisamente era el esteticismo, era la volubilidad –he de decirlo con todas las letras– del parásito.»

Parásito, nada menos, llama al esteta. ¡Y estamos hablando de Schiller! Y se dirá… Pero hombre, ‘todo buen escritor, aunque invente historias, guarda, como el mismo Thomas Mann, una coherencia gnoseológica sobre su obra, la realidad y la vida’…

Mmmmm… Haberlos haylos; pero sobre la mayoría de ellos, ¿de verdad estamos seguros de eso?

7 comentarios:

  1. Muy bueno todo. Y muy bueno Mann. "La volubilidad del parásito". Fino, fino, montenegrino.

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  2. Jaja. ¡Estás hecho un Arcadio! ¡Quia!

    Por cierto, que he recuperado el móvil perdido. Al final apareció..

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  3. Es que amamos la literatura, vale… Pero no la confundimos con el saber.
    (Cómprate un móvil con todas las cositas.)

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  4. A ver si Apple saca un iphone con un rascador de espalda desplegable incorporado. Así, sí.

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  5. Arriba la ficción. La novela es lo más. Dickens, Cortázar, John Irving. He dicho.

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  6. Brrr!… Pues punto en boca.

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