El carnaval de las águilas (The
great Waldo Pepper) es una casi olvidada película de G. Roy Hill (1975),
el admirado director de El golpe y Dos hombres y un destino (¡qué títulazo!),
sobre unos desclasados pioneros de la aviación.
A pesar del
fracaso de crítica y público en su estreno creo que se trata de una de las
películas más meritorias sobre el mundo de la aviación de toda la historia del
cine, porque más allá de su impecable espectacularidad y virtuosismo técnico,
guionista (William Goldman) y director supieron fundir en un todo la enloquecida
idiosincrasia aventurera de unos pilotos incomprendidos con el drama
existencial cotidiano y los sempiternos anhelos humanos. Este último y pedante
segmento semántico que he escrito viene muy a cuento por el final del
largometraje: “anhelo” se conjuga muy bien con cielo y absoluto: vean el final…
Un duelo de ficción dentro de la ficción que se transforma en otra cosa
desesperadamente romántica. Otra cosa que pretende arrebatarnos y robarnos el corazón; que no debería
tener nada que ver con la aviación necesariamente, pero que utiliza la aviación
para expresarse:
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