Esta historia,
recogida por Frederic V. Grunfeld en Profetas
malditos, sí que sirve para ilustrar la impiedad, miseria moral y horror
del comportamiento humano frente al comportamiento animal. Ésta sí.
Erich Mühsam fue
un escritor judío berlinés que satirizó a los nazis antes de su llegada al
poder. Fue acusado de participar en el incendio del Reichstag en 1933,
encarcelado y sometido a torturas durante meses. Quedó casi ciego y sordo, con
las manos rotas y una espantosa llaga en su oído derecho. Luego fue trasladado
al campo de concentración de Oranienburg. Allí los guardias pensaron en nuevas
formas de tormento: la Gestapo tenía animales requisados de laboratorios y
clínicas; cogieron a un chimpancé especialmente agresivo y lo llevaron al campo
de concentración, una vez allí lo encerraron con Mühsam esperando un ataque
salvaje… Pero el animal se acercó al destrozado prisionero, lo abrazó y le
lamió cuidadosamente las heridas; el hombre se sintió aliviado y habló
suavemente al simio. Los guardias se vieron tan chasqueados que, en presencia
de Mühsam, torturaron al chimpancé antes de matarlo.
Son hechos
reales. La más perfecta demostración de que algunos hombres sí son capaces de eliminar
de su conciencia la última reserva de piedad; la espontánea piedad animal.
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