El amigo que está Bajo el
agostadero, ya conocido en este blog, me recordó un fragmento de humor
charlotiano especialmente perfecto.
Pertenece a la película El circo, que es para mí una de las
mejores de Chaplin.
Es el momento en que él y
luego su perseguidor se hacen pasar por autómatas para despistar a los policías
(a partir del m 1,35).
El malévolo regocijo vital de
Chaplin hace que su personaje no sólo trabaje denodadamente para huir de la ley
y de su acreedor, sino también para representar creativamente el engaño con la humillación añadida de su perseguidor ante las narices de la policía: ¡esa
carcajada de autómata cada vez que le pega con la porra en la cabeza! Qué
momento tan genial.
Es una puesta en evidencia de
la crueldad que subyace tras toda gran representación cómica.
Chaplin ha sido uno de los
grandes victimarios en el humor visual del s. XX.
¿Lo hace con los pies o estaba encima de una peana móvil? Es que da el pego talmente.
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