De hoy es la lectura de esos
bellos versículos de Mateo (6, 24-34) que podrían cambiar la actitud de cualquiera ante vida. Los 26-29 dicen:
“Mirad las aves del cielo,
que ni siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y vuestro Padre celestial
las alimenta. ¿Acaso vosotros no valéis más que ellas? Y ¿quién de vosotros a
fuerza de afanes puede añadir un solo codo a la duración de su vida? Y por el
vestido, ¿a qué preocuparos? Mirad cómo crecen los lirios del campo, ni se
fatigan, ni hilan; y yo os aseguro que ni Salomón en toda su gloria se vistió
como uno de ellos.”
Y en el 34 se lee:
“Así que no os preocupéis por
el día de mañana, que el día de mañana se preocupará de sí mismo; bástele a
cada día su propio mal.”
El maravilloso lirismo de
todos estos versos encierra en realidad -y esto no quieren saberlo los
‘realistas económicos’ que sonríen condescendientemente al leerlos- la tantas
veces negada cuestión social de Cristo. Porque aquí está: es la comunidad
social la que debería poder decir esto a todos sus miembros. No es una llamada
al descuido individual: es el recuerdo de lo que debería ser, y es una protesta contra
el miedo. Pero… ¿qué ha vendido siempre el poder sino futuro, o sea, miedo?
A propósito, Kierkegaard nos explica:
“(…) Si dejase de existir
para ti el día siguiente, entonces todas las preocupaciones terrenas quedarían
aniquiladas, no solamente la del sustento; puesto que todas las preocupaciones
mundanas y terrenas sólo son seductoras por culpa del día siguiente, son
inseguras por culpa del día de mañana. Al otro día ya han perdido el encanto y
su angustiosa inseguridad. Y si no existe para ti ningún día siguiente: o es
que eres un moribundo, o que muriendo a la temporalidad te has agarrado a la
eternidad; es decir, o uno que realmente está muriendo, o uno que realmente vive (…)”.
(De Los lirios del campo y las aves del cielo)
Y ahí está la cuestión:
entretenerse a morir o dejarse vivir de verdad.