¿Pero por qué nunca nadie dice la verdad llana y simple
sobre un fenómeno que se viene tratando desde hace años y al parecer está
correctamente contrastado como real?
Me refiero al alto índice de depresiones entre el gremio
profesoral (según muchas estadísticas recientes es el gremio profesional con
más alto índice de depresiones).
Misterio curioso. ¿Más depresiones que entre los, pongamos
por caso, poceros, policías, médicos, reponedores, camioneros, limpiadores o,
yo qué sé, capadores de cerdos? ¿Por qué?...
Se habla de la dureza (actual) del ambiente de las clases, de
la falta de reconocimiento de la labor docente, del bajón en el nivel de los
alumnos y su apatía, de la eliminación de la autoridad, de la máquina
destructiva de las sucesivas reformas educativas y el consiguiente
arrumbamiento de la exigencia académica, etc. Sí, claro, todo eso son problemas, y graves.
Pero se trata de problemas que, desde la perspectiva individual, mal que bien, se pueden manejar. Se puede
luchar contra ellos aun para perder la lucha, pero cada profesional, a su manera,
los gestiona y contrarresta y, quizás, los obvia hasta cierto punto si puede,
tal vez con el humor, la distancia o, por qué no, el pasotismo.
No. No, no. No se trata de nada de eso. Hay algo de lo que
no se habla (¿por miedo, vergüenza, vanidad… debilidad?) y que, ufff, no se
puede gestionar de ninguna manera. Algo que demuele el ánimo más rocoso. Y es
lo siguiente: el paso del tiempo como afrenta. El profesor es el único
profesional que, mientras se hace viejo, trata con jóvenes de la misma edad. Es
una afrenta descomunal. Tiene enfrente una masa de ángeles (y demonios) por los
que no pasa el tiempo pues siempre se rodea de savia nueva. Ver (o simplemente
saber) que la capacidad escénica, la fuerza de atracción o la pura seducción
cederán ante el paso del tiempo y que su edad (su envejecimiento) se hará
progresivamente más evidente por contraste con la maravillosa juventud eterna
de los alumnos es algo irrevocable. Las sucesivas generaciones de estudiantes
serán, así, un espejo que se irá volviendo cada vez más cruel. De ahí, por otra
parte, que las depresiones se den más entre profesoras, un poco más sensibles
que los hombres a la degradación de la edad y a las comparaciones.
Y aquí, firmo y afirmo, que el docente que niegue esto es un inconsciente de manicomio o un falso.
Y aquí, firmo y afirmo, que el docente que niegue esto es un inconsciente de manicomio o un falso.
Ah, y luego está la depresión valateniense............................................
ResponderEliminarJa, ja… Esa tiene su ritmico también.
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