No hay frase genuina popular que sea vana. Su raíz se puede remontar milenios.
En el verso 131
de la tablilla VI de la versión ninivita del poema de Gilgamesh, enorme fuente de inspiración primigenia, se dice (según
una de las traducciones más directas, claras y eficaces):
“Y agarró al
toro por los cuernos (…)”
Y,
posteriormente, en una descripción de tauromaquia (VI, 150-151):
“Y Gilgamesh
como un valiente (clavó)
su espada entre
el cuello, los cuernos y
(la cerviz) del
toro.”
Y, más allá, lo
mismo que más tarde los toreros, los dos héroes después de dar muerte a la
bestia (VI, 175-176):
“Gilgamesh y
Enkidu se lavaron (después)
las manos en el
Éufrates.”
… En gesto de
purificación tras haber matado al toro sagrado, al Toro celeste creado por el
dios Anu a instancias de la hermosa y despechada Ishtar.
Gilgamesh, epopeya conocida parcialmente por textos sumerios,
luego completada por versiones acadias, etc., como origen de mitos y fábulas,
de la Ilíada, de la Odisea, de la Biblia… De la tauromaquia.
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