Translate

sábado, 11 de abril de 2015

Rosset (II). El conocimiento imbécil.



Es casi un lugar común, pero seguramente demasiado olvidado, que el ‘saber’ y la filosofía -como observación y reflexión de todos los saberes- se mueve en un principio de incertidumbre imposible de remontar.
Olvidar esto puede llevar a la paradoja del exceso de actividad intelectual como idiotez.
Rosset nos recuerda el ejemplo ficticio de Bouvard y Pécuchet, los personajes de Flaubert, como paradigmas de obsesión por el conocimiento convertidos en símbolos de la imbecilidad. Serían parecidos y precedentes de los opinadores (conjeturadores) de hoy día. Esos que se ven con derecho a hablar de todo y a ‘decir’ cualquier cosa porque todo lo han tocado y todo les interesa… en un nivel de baja intensidad de usar y tirar.

“ El interés manifestado por las cosas de la inteligencia, como se dice en La bella Elena de Offenbach, es más a menudo indicio de una mente mediocre que de una mente sagaz.”

“Señalaré también que el absurdo inherente a esa voluntad de inteligencia consiste ante todo en conceder más valor a la representación de las cosas que a experimentar esas mismas cosas.”

Frase esta fundamental para discernir lo que es el saber (o sea, el ‘sabor’) de las cosas de la noticia de las cosas.
Y sí, con la edad uno comprende que sabe las cosas (algunas pocas cosas, muy pocas) porque tiene lugar un proceso sintiente o, por el contrario, que conoce las cosas, pobre y simplemente (prácticamente a nivel nominal).

¿Quién, que no sea un talento severo, claro y manifiesto, ha podido escapar a este género monumental de idiotez? …

No hay comentarios:

Publicar un comentario