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sábado, 4 de junio de 2016

Juan de Herrera (I)



En ninguna construcción arquitectónica admiro más el espíritu puritano que en esta fachada del Patio de los Reyes del Monasterio de El Escorial, de Juan de Herrera. Sus virtudes vitruvianas –claridad, solidez, necesidad- son llevadas a un límite que coincide con la descripción un tanto despectiva pero hermosa de “silogismo en piedra” que hiciera uno de sus primeros biógrafos.
Estos alzados son la piel de unas estancias interiores en los que el espacio se hace número, geometría, cálculo preciso, conjunto; siempre al servicio de la habitabilidad y del particular sentido de estar en el mundo de sus moradores.
“Nobleza sin arrogancia, majestad sin ostentación”, escribió el mismo Juan de Herrera.

Es ésta una de esas obras que refleja ecos de lo eterno. Una parte de algo que ha existido siempre y que estará siempre en el mundo.

2 comentarios:

  1. Bueno, a mí no me convence mucho pero entiendo la nobleza sin arrogancia.

    Ahora, yo pensaba que eran "belleza, firmeza y utilidad" las virtudes vitruvianas...

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  2. Es exacto lo que dices. Pero no voy a hacer un panfleto escolar. Virtudes derivadas.

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