En ninguna construcción arquitectónica
admiro más el espíritu puritano que en esta fachada del Patio de los Reyes del
Monasterio de El Escorial, de Juan de Herrera. Sus virtudes vitruvianas
–claridad, solidez, necesidad- son llevadas a un límite que coincide con la
descripción un tanto despectiva pero hermosa de “silogismo en piedra” que
hiciera uno de sus primeros biógrafos.
Estos alzados son la piel de unas
estancias interiores en los que el espacio se hace número, geometría, cálculo
preciso, conjunto; siempre al servicio de la habitabilidad y del particular
sentido de estar en el mundo de sus moradores.
“Nobleza sin arrogancia, majestad sin
ostentación”, escribió el mismo Juan de Herrera.
Es ésta una de esas obras que refleja
ecos de lo eterno. Una parte de algo que ha existido siempre y que estará siempre en el
mundo.
Bueno, a mí no me convence mucho pero entiendo la nobleza sin arrogancia.
ResponderEliminarAhora, yo pensaba que eran "belleza, firmeza y utilidad" las virtudes vitruvianas...
Es exacto lo que dices. Pero no voy a hacer un panfleto escolar. Virtudes derivadas.
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