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lunes, 8 de julio de 2019

"Good Sam"


Es una sensación interesante volver a la comedia americana clásica y comprobar que no sólo el tiempo no hace apenas mella en ella, sino que está mucho más viva que toda la comedia actual.
Good Sam, título considerado menor en la producción de Leo MacCarey, una película que trata el arquetipo evangélico del buen samaritano, es, ya desde los primeros minutos, una primorosa maquinaria de guión y dirección de unos actores de competencia y convicción absoluta, desde los niños al matrimonio protagonista pasando por unos secundarios que aparecen en delirantes episodios circunstanciales, en los que la película desprende algunos de sus mejores brillos cómicos.
Por la importancia del asunto se diría que el protagonismo se lo tiene que llevar el bueno de Sam (Gary Cooper); pero no, él será el desencadenante de una situación progresivamente grave cuyo peso sicológico recaerá sobre su esposa, una Ann Sheridan que enseña con maestría pocas veces vista cómo se puede reír de verdad, con una risa absolutamente contagiosa, a la vez que va cayendo en un proceso de desesperación del cual no hay salida. El bordado de gestos, contragestos, miradas, insinuaciones y comentarios de todos los personajes es un trabajo tan admirable que parece hecho sólo en momentos de especial inspiración. Pero más allá de la genialidad de los actores y especialmente de la maravillosa Sheridan, la vara firme de MacCarey está sin duda detrás marcando cada paso y encajando el conjunto.
Good Sam es, evidente, una de esas comedias con calado ideológico que se mira en el espejo de Qué bello es vivir (It’s a wondelful life) y a contrapelo de ella nos dice que no es conveniente hacer el bien sin mirar a quién porque no todo el mundo es bueno o de fiar y te pueden fastidiar la vida, que es lo que intenta hacerle entender la Sheridan a Cooper. Dando medio paso más, también se puede ver en clave de Guerra Fría e interpretar como una parábola anti-igualitarista y anticomunista en la que los capaces son igualados por abajo por los torpes y menesterosos, los cuales no dudan en abusar de la bondad de los buenos.
Aunque no importa; más allá de mensajes y lecturas, Good Sam se disfruta como una expresión a la vez amorosa e hilarante sobre la clase media provinciana estadounidense. Y es que el sustrato ideológico de este tipo de películas se diría más bien un pretexto de partida para conseguir divertir al personal de forma inteligente, un poco malévola y siempre elegante.


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