La vida de los protagonistas de I Vitelloni (Los
Inútiles) es la de unos talluditos y provincianos ‘nini’ de principios de los
años cincuenta.
Su empedernida vocación por la vagancia y el dolce far
niente está siempre aderezada por la broma burlona y el drama impostado en
veloz alternancia. Pero sus ansias de diversión se ven también a cada paso
acosadas por el tedio vital pueblerino y la propia conciencia de vacío (la
excelente escena de cuando están en la playa mirando el mar en silencio un frío
día de invierno evoca un conmovedor sinsentido intemporal).
Desde el principio del largometraje Fellini y sus
actores saben transmitir lo agridulce y patético de esas vidas con fácil
precisión aunque no pocas veces, a pesar de la denuncia de unas existencias perdidas,
se observan gestos y situaciones en los que se adivina la celebración más loca
de la libertad mediante la astracanada, el absurdo y la gamberrada. Son las
catarsis de Fellini.
Una de las catarsis más hilarantes de esta película
está protagonizada por Alberto Sordi. En ella vemos cómo su personaje, de paseo
en coche con dos de sus amigotes, dedica un espectacular corte de mangas con
pedorreta a unos fatigados trabajadores que están arreglando la carretera:
“Laboratoriiii…” les reclama primero con una dulce vocecita. Luego llega el
teatral y chulesco corte de mangas, a lo Duce, e inmediatamente después… ¡se
les para el motor del coche!
Fellini, aparentemente, enseña aquí el punto de máxima
degeneración de sus personajes en cuanto a falta de compromiso político y
sensibilidad moral. Pero lo que en el fondo nos está pidiendo es que, aun por
un segundo, nos liberemos de ese vínculo sacro, moralista, grave, al cometer un
pecado inesperado, inopinado e imperdonable contra la devoción a la clase obrera (concepto
axial dominante en la Italia de los años cincuenta).
Cuando los obreros les pillan para zurrarles, uno de
los vitelloni les implora “¡pero si yo soy socialista!”. Esa podría ser la voz
de Fellini perfectamente. Sí, yo soy socialista y soy un trabajador como
vosotros, dice, pero… ‘de vez en cuando me gustaría liberarme de esa necesidad
y darle la vuelta también a esta nueva religión que hemos creado’ (resuena una voz por lo
bajo). Y si Fellini se ha reído (y largamente) con la religión ‘verdadera’ cómo no se va a
reír con las advenedizas.
Aquí el momento:
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