En otro post recordaba que a nuestro querido Schnittke se le
“oxidaban” los acordes apenas escritos en el papel pautado.
Aquí, las disonancias semitonales empiezan a arruinar la
célebre canción navideña a partir del segundo 46.
El alcohol, el tabaco, el cansancio y el sueño pasan factura
en la Nochebuena. También los fantasmas de la melancolía y el recuerdo:
En el final de la muy navideña Dublineses, el recuerdo y la
melancolía, la nieve y el silencio lo son todo; pero aquí, tras el inesperado y
amargo descubrimiento del desamor y la soledad sobreviene una soberana comprensión del
destino:
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