Translate

miércoles, 9 de abril de 2014

K 260, el don de la ebriedad.

Decía el musicógrafo Charles Burney que Domenico Scarlatti empezó a encontrarse verdaderamente a gusto como compositor cuando ya instalado en España se dedicaba a… “escuchar las tonadas y canciones que cantaban carreteros, muleros y gente corriente” (especialmente en Sevilla y en Madrid). Uno se imagina al músico bebiendo, jugando (hoy, en nuestra época clínica y gazmoña, sería catalogado de enfermo ludópata peligroso) y arruinándose una y otra vez en tugurios de mala nota entre tipos no precisamente amables, y siendo rescatado una y otra vez por María Bárbara de Braganza, su protectora regia, la persona más absolutamente incondicional del genial napolitano.
Sí, Scarlatti fue reconocido como hombre mundano, y no lo ocultaba. Y sus sonatas para clave, está claro, se aprovechan de manera absorbente de la música popular española, especialmente de la andaluza hasta en sus más nimias particularidades de sonidos, giros y caprichos, haciendo de lo innecesario virtud musical, consiguiendo que los ostinatos y ornamentos se conviertan en elementos estructurales, en una arquitectura completa. Pero el toque genial -el ‘toque escarlati’ superior- tiene lugar cada vez que entra en una de sus imparables espirales de modulaciones.

Es lo que ocurre en la sonata K 260, en la que el compositor no se conforma con vertiginosas escalas y esquemas rítmicos obsesivos de siete y seis notas que cual repiqueteo de castañuelas de fandango se van imponiendo hasta hacernos dar vueltas la cabeza, sino que nos vuelve ebrios del todo con el despatarrante juego modulatorio que apresa la sonata en los minutos 1:47, 2:45 (segunda parte de la sonata en la que empieza a ser intenso), 4:15 y, finalmente, 4:50. Especialmente en esos momentos desaparece cualquier variedad temática y la pieza se tranforma en pura propulsión modulatoria. Fíjense y no se lo pierdan. Borracho perdío, el tío (en la primera copia publicada de sus sonatas escribió “Vivi felice”, o sea, “Vivan felices”). Pues eso:


3 comentarios:

  1. O sea, otro italiano robanovias de playa. Boh.

    ResponderEliminar
  2. Pero me cae muy bien, ¿eh?

    ResponderEliminar
  3. Ja, ja! Así esta mejor.
    Es que yo tengo la scarlatina y siento un gran cariño por él.

    ResponderEliminar