Decía el musicógrafo Charles
Burney que Domenico Scarlatti empezó a encontrarse verdaderamente a gusto como
compositor cuando ya instalado en España se dedicaba a… “escuchar las tonadas y
canciones que cantaban carreteros, muleros y gente corriente” (especialmente en
Sevilla y en Madrid). Uno se imagina al
músico bebiendo, jugando (hoy, en nuestra época clínica y gazmoña, sería catalogado de enfermo ludópata peligroso) y arruinándose una y otra vez en tugurios de mala nota
entre tipos no precisamente amables, y siendo rescatado una y otra vez por María
Bárbara de Braganza, su protectora regia, la persona más absolutamente
incondicional del genial napolitano.
Sí, Scarlatti fue reconocido
como hombre mundano, y no lo ocultaba. Y sus sonatas para clave, está claro, se
aprovechan de manera absorbente de la música popular española, especialmente de
la andaluza hasta en sus más nimias particularidades de sonidos, giros y
caprichos, haciendo de lo innecesario virtud musical, consiguiendo que los ostinatos y ornamentos se conviertan en
elementos estructurales, en una arquitectura completa. Pero el toque genial -el
‘toque escarlati’ superior- tiene lugar cada vez que entra en una de sus imparables
espirales de modulaciones.
Es lo que ocurre en la sonata
K 260, en la que el compositor no se conforma con vertiginosas escalas y
esquemas rítmicos obsesivos de siete y seis notas que cual repiqueteo de
castañuelas de fandango se van imponiendo hasta hacernos dar vueltas la cabeza,
sino que nos vuelve ebrios del todo con el despatarrante juego modulatorio que
apresa la sonata en los minutos 1:47, 2:45 (segunda parte de la sonata en la
que empieza a ser intenso), 4:15 y, finalmente, 4:50. Especialmente en esos
momentos desaparece cualquier variedad temática y la pieza se tranforma en pura
propulsión modulatoria. Fíjense y no se lo pierdan. Borracho perdío, el tío (en
la primera copia publicada de sus sonatas escribió “Vivi felice”, o sea, “Vivan
felices”). Pues eso:
O sea, otro italiano robanovias de playa. Boh.
ResponderEliminarPero me cae muy bien, ¿eh?
ResponderEliminarJa, ja! Así esta mejor.
ResponderEliminarEs que yo tengo la scarlatina y siento un gran cariño por él.