La BWV 4 es una de las cantatas tempranas de J.S. Bach para el Domingo de Resurrección.
La segunda estrofa (el tercer
movimiento de la cantata), un dúo entre soprano y contralto, es una de las
concentraciones extáticas más sobrecogedoras de las obras religiosas de Bach.
No se canta la resurrección todavía, sino que se reconoce el triunfo de la
muerte: Den Tod niemand zwingen kunnt
(Nadie contradice a la muerte), canto
que deriva de una secuencia medieval dedicada a la víctima pascual.
La relación de lenta caída
entre dos intervalos de medio tono separados por una tercera mayor descendente
marca todo el movimiento y, de hecho, toda la cantata (es una cantata coral
que mantiene monótona la integridad estilística del género luterano).
Bach retiene la expresividad
de la música creando un estatismo rítmico y melódico a base de contenciones, ecos, repeticiones, paralelismos y juegos interválicos entre las dos voces que suspenden la emoción del oyente
rindiéndolo perplejo hasta el Aleluya
final. Impresionante.
Esta sutilísima versión de Masaaki
Suzuki con el Bach Collegium de Japón es la mejor que he oído nunca:
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