Y así cuenta (canta) la Ilíada
en el Canto XXIII el combate de boxeo -lucha de puños- que tiene lugar entre
Epeo y Euríalo durante los juegos fúnebres aqueos en honor del héroe Patroclo,
querido de Aquiles. Aquí la versión rítmica de Agustín García Calvo, of course:
“(…)Y, ya ambos ceñidos, salieron de frente al medio del
ruedo;
y, uno engallándose al otro, los recios brazos enhiestos,
vinieron al choque; y los puños volaron cruzándose recios;
y horrendo crujir de quijadas se oyó; y de todos sus
miembros
corría el sudor; y allá iba al asalto el célico Epeo,
y en la mejilla le dio en un descuido; y ya poco tiempo
túvose en pie: pues allí flaquearon sus límpidos miembros;
y, tal como un pez pega un salto al helado embate del Cierzo
en playa de algas, y negra la ola lo cubre en su seno,
tal él pegó bote del golpe. Mas ya el magnánimo Epeo
le dio la mano y lo alzó; y le acudían los compañeros;
que lo llevaban, los pies a la rastra, por medio del ruedo,
echando a un lado la testa y espesa sangre escupiendo,
y con el sentido perdido, a sentar lo llevaron con ellos
(…)”
(XXIII/685-699)
Entre la belleza poética el realismo es evidente (bueno, ya se sabe que una cosa y otra deben ir juntas): sudor, volar de puños, golpe en la
mejilla y crujir de quijadas. Es todo un gancho lateral de esos que llegan
precisos y tuercen el cuello dejando el rostro mirando hacia el ocaso; knock
out. Luego, el gesto noble del vencedor, Epeo, sobre quien, según otras
tradiciones (la Eneida, p.e.), recae
la responsabilidad de construir el caballo de madera que será la perdición de
Troya (aunque esa tramposa invención, más propia del pillo Ulises, queda fuera
de la guerrera Ilíada).
Unos versos antes, además, se dice cómo se atan los púgiles
correas de cuero en los puños. Cualquiera resiste un buen golpe con eso.
Acaso sea éste el primer combate de boxeo con nombres
propios.