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viernes, 30 de mayo de 2014

Un sueño


En el final de No es país para viejos (Cormac McCArthy) se explica un sueño de carácter ancestral. Nos recuerda alguna vieja pintura de paisaje con figuras de algún viejo maestro. Parece inspirado en algún enigmático fragmento bíblico. 
El narrador (el veterano policía protagonista desbordado por la realidad de un mundo acelerado y violento que le supera) habla de “los viejos tiempos” y de que iba a caballo en plena noche por un desfiladero con su padre, los dos abrigados con mantas. Su padre llevaba un cuerno con un fuego dentro, y se adelantaba para encender una hoguera en mitad de la oscuridad. El hijo confiaba en que cuando llegara otra vez junto a su padre, éste le estaría esperando. Confiaba.
Pero entonces despertó… Y volvió a la realidad.


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