A pesar del
reciente aprendizaje del disimulo, la sensibilidad totalitaria del grupo
político Podemos está a estas alturas bastante contrastada. No pierden la
oportunidad: allá donde huelen sangre de liberal, de demócrata o simplemente de
defensor del estado de derecho, venga éste de la derecha o de la izquierda,
allá que van con hachas y hachones dispuestos a ejercer de “pueblo” indignado
para un linchamiento… de momento sólo verbal. Pero que nadie dude de que si
llegaran al poder harían callar el hocico a todos los que consideraran
enemigos de su enigmática revolución. ¿De qué manera? Esa es la cuestión.
Cuando
aparecieron, muchos buscaron en su discurso una consistencia dialéctica que con
buenas razones se alzara con voz limpia sobre tanto despropósito político y
económico, pero el dibujo que fue formándose era el de un revanchismo
de viejo molde claramente inspirado por uno de los pecados humanos que más
infelicidad genera: el resentimiento. Hoy mismo leía, entre otras
ideológicamente similares, esta frase salida de un círculo local madrileño de
Podemos:
“(…) Nuestro
fin es que el matrimonio heterosexual propietario, con ropa de marca, coche caro y rancios
hijos dejen de ser el modelo a seguir.”
¡Ese es su
fin! ¡Cielos!; de puro elemental, la cosa da miedo. ¿Cómo van a conseguir eso?...
¿Acaso contraponiendo el modelo de individuo revolucionario que tan
ardientemente defienden -y ayudan a diseñar recibiendo por ello no bajos
sueldos y emolumentos, por cierto- en dictaduras americanas no exactamente
prósperas?... Hummm… No me parece a mí que consigan convencer a mucha gente de
que ese tipo calado con boina de color, embutido en un chándal brillante, sin
coche, sin ningún bien de consumo, sin hijos (o con hijos con boina y en
chándal), subvencionado a lo pobre y con mordaza en la boca es mejor que el maldito
matrimonio heterosexual capitalista. No, no creo que lo consigan así. Por eso,
es perfectamente de temer que si llegaran a tener poder de verdad el resentimiento de
base sumado al fracaso (inevitable) de su diseño social diera paso a otra cosa
más drástica que el simple discurso aleccionador. Y entonces, en vez de
conquistar el cielo al asalto, como decía uno de sus líderes, es probable que se dedicaran a repartir infiernos a la fuerza.
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