Porque este soneto de Borges al que puso
música Alberto Cortez adquiere toda su nostálgica emoción con la bulería y la
voz terrosa de El Cabrero. Hasta parece que la preciosa letra mejora con ese
cantar apremiante y grávido. La lágrima a punto, Cabrero; no me canso nunca de escucharte. Qué cojonudo es el
flamenco.
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