En la muy comentada
exposición de obras contemporáneas del Museo de Arte de Basilea en el MNCARS de
Madrid se ha recordado muy poco un cuadro que llena una sala entera a pesar de
estar colocado en un rincón; El Nizza en Frankfurt am Main de Max Beckmann.
Es habitual con Beckmann; no suele ser del gusto del público general… Aunque a
mí me parece un pintor fastuoso. Tan excelente y ambicioso que a veces, quizás
sí, hace casi incomprensibles sus cuadros o los arruina con aguerrido
estrépito.
No es el caso de
este precioso paisaje urbano en el que gozamos inmediatamente de esa manera
inestable de construir sólidamente que da una especial vitalidad a sus visiones
pictóricas. El sentido constructivo del color es tan magistral y de tan buen
gusto que puede jugar y retorcer las formas cuanto quiera porque el efecto
conjunto será de una potencia admirable, de una fecundidad singular. ¡Y qué comprensión del dibujo!
Si van a la
exposición no se lo pierdan y no hagan tanto caso de otras salas en las que
exponen esos artistas del vacío, y en las que, como muy bien observó mi hija: “aquí
no hay nada, papá”.
Jaja, ¡qué ricura!
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