A la vez, contra
morales estrechas y contra la falta de decoro:
“Una pudibundez
ridícula no le permite hoy al escritor inteligente tratar sino temas obscenos.
Pero ya que aprendió a no avergonzarse de
nada, no debiera avergonzarse de los sentimientos decentes.”
Y… ¡ay!; esta
tarde he ido a dar un paseo por el barrio; sí (un “buen barrio”, dicen):
“El infierno no
parece castigo tan desmesurado después de escudriñar un poco el vecindario.”
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