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domingo, 28 de febrero de 2016
Gómezdaviliana (XXIX)
Contra lo individual. Más sobre la educación actual y su "crápula":
"Irrespetar la individualidad es el objeto de la educación. Del olvido de verdad tan obvia proviene, en parte, la crápula moderna."
jueves, 25 de febrero de 2016
"Anábasis de Alejandro Magno" (IV)
Alejandro sigue su camino asiático desde Ilión. Una vez llegado a Hermoto…:
“(…) Envió por delante del ejército unos vigías (…) a los que acompañaban también los hombres del escuadrón de los Compañeros (…) recién llegados de Apolonia [se conoce como Compañeros a los hetairoi o amigos íntimos del rey macedonio]. Finalmente, también se añadirían cuatro escuadrones de los denominados pródromos [rastreadores y vigías equipados con una sarisa o lanza de cinco metros de largo, cosa que les obligaba a controlar sus caballos con los pies; por eso les llamaban también sarisóforos]. Sobre la marcha le fue entregada por sus habitantes la ciudad de Príapo. (…) Alejandro avanzaba ya hacia el río Gránico.”
domingo, 21 de febrero de 2016
Ignorar, mentir, odiar.
Dice mi amigo Pak, el Kiowa, que le da la
impresión de que en la izquierda española sólo queda Félix Ovejero. Sí, tal vez, pero habría que
precisar... en la izquierda inteligente; especie que se está extinguiendo a
una velocidad espantosa.
A propósito de su estupendo artículo de
hoy en el diario “global” (qué cursis, madre mía), en el que alerta sobre
fanatizaciones grupales, demagogias populistas, auto-odio y revisionismos
groseros, este fragmento:
“(…) Nuestra historia reciente tampoco
resulta particularmente indecorosa. Incluso ante pruebas de resistencia muy
exigentes. Dudo que Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Francia o Italia
hubieran abordado terrorismos del calibre del etarra, con casi un millar de
asesinatos y decenas de miles de refugiados, sin estados de excepción, sin una
ETA del otro lado y en disposición de llevar a la cárcel a la cúpula de
Interior. Por no hablar del comportamiento ciudadano de tantos concejales,
fundamentalmente del PP y del PSOE, cuya exacta condición de héroes morales se
pudo medir al trasluz de la miseria de quienes callaron o los señalaron.”
Elemental. Certero. Necesario.
viernes, 12 de febrero de 2016
¡Milagro televisivo! (Gustavo Bueno V)
Acaban de emitir en la 2 de RTVE el
documental de Héctor Muniente que anuncié en la entrada del 31 de agosto de
2015 (“Gustavo Bueno, otra vez”): Gustavo
Bueno, la vuelta a la caverna.
Una hora de inteligencia, dignidad y respeto al televidente entre
toda la morralla y tedio habitual de la tele española (incluyo, naturalmente, a
las autonómicas, más cutres y vergonzosas que cualquiera).
Gracias a los programadores. En las
grietas de los muros grises salen de vez en cuando inesperadas flores.
jueves, 11 de febrero de 2016
"Tempestades de acero" (III)
Jóvenes soldados inconscientes, raptados
sin quererlo por la destrucción y sus obras, hijos de Marte y Dionisos:
“(…) En medio del camino yacía muerto un
caballo; tenía unas heridas gigantescas y a su lado humeaban los intestinos.
Entre aquellas imágenes grandiosas y sangrientas reinaba una jovialidad
salvaje, inesperada.”
martes, 9 de febrero de 2016
"Anábasis de Alejandro Magno" (III)
Y Alejandro va a Troya para rendir culto
a sus dioses y a sus héroes, y coge de un templo algo muy especial:
“ (…) Subiendo hasta Ilión, hizo un
sacrificio en honor de Atena troyana, y ofreció al templo su armadura completa,
y a cambio de ella tomó una de las armaduras dedicadas a la diosa desde la
época de la guerra de Troya. Dicen, en efecto, que sus hipaspistas [hypaspistái, ‘portadores de escudo’,
infantería de élite macedonia] siempre le llevaban estas armas cuando Alejandro
iba a primera línea de combate. Cuenta la historia que Alejandro hizo un
sacrificio en honor de Príamo sobre el altar de Zeus del Cercado [herkeios, se supone; o sea, de la casa] intentando
aplacar la ira de Príamo contra el linaje de Neoptólemo, linaje del que él
mismo era un epígono.”
domingo, 7 de febrero de 2016
Espacios sonoros (I). Morton Feldman.
No es habitual encontrar en la música
contemporánea obras tan largas y con unas cualidades musicales tan
inconmoviblemente sostenidas y fieles a sí mismas como las del norteamericano
Morton Feldman. Hallamos, en todas sus piezas importantes, una sonoridad concentrada,
ensimismada y hasta autista en su alucinada insistencia. Ha sido Feldman uno de
los músicos contemporáneos (segunda mitad del s. XX) más obsesionados en la
recreación de un tipo de espacio sonoro extenso, parco y severo. Pulsaciones de
acordes (a veces de una variedad cromática inasumible para la memoria de un
intérprete en una duración tan excesiva) que se dejan oír separadamente en modelos
rítmicos lentos y repetidos hasta poner a prueba la bondad del oyente. Unos
acordes que se transforman a base de modulaciones sutiles e inesperadas, semejantes
al rastro de un olvido. En algunas declaraciones Feldman mencionaba el olvido
como necesario para “borrar”, “limpiar”. Cada nota se aísla e su propio valor y
de vez en cuando hay apariencia de enigmática cadencia. No sólo apariencia. Si
hay repetición insistente de una nota es para no perderse en la desolación
general. También hay tensiones y clímax… Pero todo queda sumergido en el misterio.
Es una música que podría evocar un pausado
y larguísimo eco de campanas de duelo en un paisaje interminable. ¿Por quién el
duelo?... Algunas veces habló de duelo el propio compositor y no pocas le
preguntaron si ese duelo era por las víctimas del Holocausto. Pero, claro,
Feldman sabía -precisamente por ser un judío al que le provocaba espanto estar
en Alemania después de la guerra- que cualquier referencia al Holocausto podía
ser de una insultante frivolidad y sus respuestas sobre el carácter doloso de
su música eran del tipo: “No, mi duelo se refiere más bien a la muerte del
arte; algo así como Schubert abandonándome.” Encantador. Aunque él se lo tomaba
muy, muy en serio.
Algunos de sus cuartetos duran casi dos
horas. Dos horas de exigencia. Hay sólo tres o cuatro personas en el mundo (aparte de los intérpretes) que
los han escuchado, de verdad, enteros.
Ésta es una de sus obras más breves (Piano, 1977); por
algo se empieza en el camino de la transfiguración:
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