Alejandro llega
al río Gránico [que nace en el monte Ida y discurre hacia la Propóntide] y se
dispone para su primera gran batalla contra sátrapas persas del Asia Menor. Los
persas le esperaban bien dispuestos en la orilla contraria:
“(…) Púsose él
mismo al frente del flanco derecho y arremetió en dirección a la corriente bajo
el ruido de las trompetas y el grito de guerra al dios Enialio [uno de los
nombres de Ares que pasó a tener un culto reducido]. En todo momento mantuvo
una formación oblicua al sentido en que fluía la corriente a fin de que los
persas no cayeran en columna sobre sus tropas cuando éstas salieran del río. (…)
El encontronazo de la caballería fue brutal: unos intentaban salir del río, y
los otros trataban de impedirles la salida; enorme fue también el número de
jabalinas lanzadas por los persas, mientras los macedonios se defendían con sus
lanzas. (…) En torno a sí [a Alejandro] se originó una violeta batalla, y
mientras tanto iban poco a poco haciendo la travesía las diversas filas macedonias.
(…) Se combatía arrollándose hombres con hombres y caballos con caballos (…).
En medio de esta batalla rompió Alejandro su lanza (…) Fue el corintio
Demárato, uno de los Compañeros, quien le dio su propia lanza; al tomarla
Alejandro divisó a Mitrídates, el yerno de Darío, que se había adelantado
cabalgando lejos de los demás al frente de un grupo de jinetes en formación de
cuña. El propio Alejandro se adelantó a la cabeza de los suyos, y golpeando con
su lanza a Mitrídates en la cara dio con él a tierra. En esto, el persa Resaces
se lanzó contra Alejandro y le golpeó en la cabeza con su curvo alfanje
partiendo el casco, que pudo sin embargo retener el golpe. Lanzóse Alejandro
contra él y le hincó su lanza en el pecho después de atravesarle la coraza. (…)
Alcanzados de frente los persas por todas partes, hombres y caballos, por las
lanzas macedonias; atacados por la caballería enemiga y heridos por las tropas
ligeras que se habían unido a la caballería, comenzaron a retirarse por donde
Alejandro atacaba. Al ceder su centro se abrieron también a ambos lados las
alas de la caballería, y se produjo una huida general.”
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